viernes, 20 de septiembre de 2013

Joaquín Costa, la Sociedad Extractora de Barbastro y otras industrias




(Real Cédula...,1746) Biblioteca Virtual de Aragón

Las industriosa ciudad de Barbastro.

“…es bien notorio, y manifiesto el atraso, y miseria, que experimenta, y padece el Reino de Aragón, sin tener al presente más recurso que los Frutos, que con abundancia logra, aunque con el desconsuelo de no poder venderlos por falta de Comercio”.

En estos términos se da noticia de la situación de Aragón el año 1746.“Cada día se aumenta la pobreza y despoblación”, continúa la Real Cédula (1). Fruto de esta iniciativa y del empuje de algunos aragoneses ilustrados e ilustres, comienzan a despegar importantes iniciativas para la construcción de canales, riegos e industrias por toda la geografía aragonesa.

Los resultados de estas acciones son bastante irregulares y una buena parte de las inversiones se quedan en la capital. Unos años más tarde, en 1777, tenemos referencias de la importante industria que se ubica en Barbastro. El partido tiene una gran producción de seda que se manufactura en la ciudad por los “Maestros Tafetaneros, que se encargan de dicha tarea y fabrican pañuelos, tafetanes –pañuelos de seda- y algún terciopelo”. Para la transformación de la lana hay “once telares de bayetas y cordellates –tejido basto de lana-“ y telares de cintas y paños (2). Las industrias de la ciudad también fabrican cordeles y son muy destacables sus tenerías. Aunque, no menos importante, las fértiles vegas del Somontano también producen vino y aceite, que proporcionan magníficas cosechas -los años buenos que la langosta y las riadas no azotan los campos-.

Unos de los primeros censos de población que se realizan del conjunto de España, el año 1797, nos da cuenta del tamaño de la ciudad que tiene 1.365 vecinos. Huesca, para hacerse una idea, tiene 2.127 y Zaragoza 8.315. (Para calcular la población real –de manera orientativa- deberíamos multiplicar estos valores por cinco) (3). El Reino de Aragón entero (4), en esa misma fecha, tiene 657.376 “personas” y el vecino Principado de Cataluña 858.818. Interesantes valores que nos indican la importancia de las grandes ciudades aragonesas, como Barbastro, y su importancia en relación con la capital del Reino y sus vecinos.

A comienzos del siglo XIX sigue pujante la industria de la seda y a ella “se dedican más de 60 casas” (5). La actividad industrial y agrícola permite, en el año 1843, que la ciudad tenga una importante actividad social y esta propicia la edición de un periódico en la ciudad: “La Atalaya”. En 1845, según nos cuenta Madoz, no ha decaído la industria de telares, tejidos y lozas, si bien “se ha disminuido algún tanto el número de talleres”. Los molinos y batanes, parte importante de la economía, se encuentran (6) “en estado floreciente y de adelanto conocido”.

La población, fruto de la actividad industrial, ha crecido bastante estos últimos años y entre los nuevos habitantes se encuentra la familia Rubio, que se instala en la ciudad de Barbastro, procedente de Huesca. Tiene su origen en  Torrijo de la Cañada, junto al río Manubles, en Zaragoza. La familia la compone Eugenio Rubio, el cabeza de familia, con su mujer e hijas. Tienen también un hijo, Hilarión Rubio González, que ha ido a estudiar a Barcelona. A la vuelta desempeñará la labor de Arquitecto aunque parece que no tiene el título (7).


Proyecto de un batán en los términos de la ciudad de Barbastro, ca. 1856,  Archivo Histórico Provincial de Huesca, Obras Públicas 373.

Junto al río Vero hay instaladas fábricas para aprovechar la fuerza de sus aguas. Algunas de ellas se dedican a transformar trapos, seda y lanas en tejidos. Para ello necesitan deshacer los paños y la lana. Esta es una dura tarea -que se denomina abatanar- y para realizarla se utilizan artefactos mecánicos denominados batanes. El barbastrense Bartolomé Argente pretende construir un batán, que utilizará para estos cometidos, en las tierras de su propiedad. Como fuerza motriz ha pensado utilizar las aguas del río Vero, pues discurre al lado de sus fincas. Aprovecha una corriente  denominada “la Raviosa”. Hilarión Rubio, el “arquitecto” se encarga de estudiar la  mejor ubicación, sus necesidades y le escribe una memoria que acompaña con planos para construirlo. En la introducción, donde demuestra una cuidada prosa, diserta sobre la situación de las industrias en España y, más concretamente, en la Ciudad de Barbastro;

 “Reconocida por todos la necesidad de dar vida a la industria de nuestra Nación, ya sea propagándola, ya desarrollándola allí donde haya empezado a florecer, debemos convenir igualmente, en que cuando uno o más particulares promueven empresas que al objeto se dirigen, adquieren un mérito para con el público que los hace dignos de la mayor consideración y acreedores a la protección más decidida,  dentro del círculo de la ley. No es artefacto un batán que pueda aspirar a la gloria de ocupar un lugar en nuestra industria, pero no deja de ser un componente, y como tal, comprendido en todo lo que en general se diga respecto del ramo de que forma parte. La ciudad de Barbastro, cuyo espíritu fabril se va desarrollando de pocos años acá  de una manera inesperada, recibirá con aprecio ésta nueva contribución que,  precursora sin duda de otras muchas, llevarán entre todas el nombre de la Ciudad con su comercio a los más apartados  ángulos de la península.” (8).


Firma de Hilarión Rubio, autor del proyecto del batán de Barbastro, ca. 1856,  Archivo Histórico Provincial de Huesca, Obras Públicas 373.

En Madrid, donde se deciden los designios económicos que comenta Hilarión, hay una persona muy cercana a Barbastro que ha sido elegido Ministro de Hacienda. Corre el año 1855 y Pascual Madoz, aquel joven venido de Pamplona que estudió en los Escolapios en 1820, es la persona que se encargará de dirigir la economía española (9). El mismo año de su elección como Ministro ve la luz la ley de desamortización de propios –más tarde conocida como la desamortización de Madoz-. Esta, como las anteriores desamortizaciones que se han hecho desde la de Godoy, el ya lejano 1798, o la de Mendizábal, en 1836,  pretenden expropiar y poner a la venta bienes privados, de la iglesia, de los conventos, o de propios –los pertenecientes a la ciudad- para recaudar dinero para las maltrechas arcas del Estado.

Pascual Madoz defiende el proyecto de ley ante las Cortes explicando la necesidad de la misma pues, según sus palabras, tras los “errores cometidos en una larga serie de años, la nación española ha podido reponerse de las desgracias consiguientes a la guerra civil [y] si ha conseguido verdaderos progresos materiales y aumentado la riqueza distribuida en mejores proporciones, [es] debido principalmente sin duda alguna al sucesivo desestancamiento de la propiedad” (10).

Afectadas por la desamortización, sólo en Aragón, hay más de veinte mil propiedades (11). Entre ellas encontramos en Barbastro un “batán derruido” que en 1856 sale a la venta por 48.000 reales de vellón y lo compra Lorenzo Bernardini. También, en la lista de propiedades, aparecen tres molinos harineros, dos de ellos los compra Juan Plana y otro –el Molined [sic]- por el citado Lorenzo Bernardini [sic]. En el listado encontramos además dos molinos olearios, un tejar, una posada y el edificio del pósito –lugar donde se guardan las semillas de cereales para prestarlas a los pequeños agricultores- (12).

Las ventas del patrimonio de propios, tienen su lado negativo pues los ayuntamientos –propietarios de estos bienes- y por ende los habitantes de la ciudad, beneficiarios de estos, dejan de ingresar el rédito que proporcionan estas propiedades y permiten emprender obras a costa de ellos. Otro resultado se obtiene en las arcas nacionales pues ingresan  una importante cantidad de dinero como resultado de dichas ventas y, gracias al sistema de pago a plazos, de muchas de las señales de propiedades que no terminan de enajenarse (13).

No obstante, la venta de los bienes desamortizados esta pensada para recaudar y nadie se ha planteado hacerlo bien. A la hora de escriturar, por ejemplo, la falta de datos sobre las cargas de las propiedades provoca que los nuevos dueños se encuentren, sin ellos saberlo, con unas obligaciones que no habían quedado contempladas en la escritura de venta y, lógicamente, no quieren hacerse cargo de ellas. Este es el caso del Molined –el actual Moliné- que, tras formalizar su nuevo propietario Lorenzo Bernardín, una hipoteca para las reformas “por su mal estado de conservación” es declarada nula la venta tras denunciarlo el Ayuntamiento por no limpiar el azud de Poyet y su acequia, de donde coge el agua. De esta carga, que no estaba escriturada, tienen que pasar cerca de 10 años de la compra para que se llegue a un acuerdo distribuyendo salomonicamente la misma; el azud lo limpiará el dueño del molino y la acequia el consistorio (14).

Pese a estos problemas y los enrevesados trámites de las compras, estas ventas han provocado cambios, directa o indirectamente. Se comienzan a modernizar muchas industrias, pues los nuevos propietarios están ampliando y modernizando las vetustas instalaciones, sustituyendo las antiguas turbinas de ruedas de madera por otras más modernas que accionen sus industrias y molinos. Los periódicos locales se hacen eco “con gran placer”  del “vuelo que toma en nuestra Ciudad la construcción de numerosos y bellos edificios privados, almacenes y fábricas” (15). Para la feria de este año se espera a “un comisionado alemán” que, supuestamente, proyecta una “fábrica de hilados en los términos de esta ciudad” (16).

Son varias las fábricas de la ciudad que producen sedas “poco conocidas…porque las fábricas de hilar con vapor se han introducido hace pocos años; pero sus productos reúnen condiciones tan buenas como las más apreciadas de España” (17). En la Exposición General de 1857, que se celebra en Madrid, en su apartado de agricultura, participan con sus madejas de seda, la barbastrense Manuela Altaoja,  Viuda de López (18),  y Joaquín Mediano, obteniendo, los dos, una medalla de bronce.

Quizás por toda esta actividad económica que generan estas fábricas, los proyectos, las modernizaciones y el propio comercio, en el año 1862, se establece en la capital de la provincia un banco para agilizar las transacciones de comerciantes y fabricantes. Un selecto grupo de propietarios de Huesca abre las oficinas de un banco de depósito y descuento llamado Crédito y Fomento del Alto Aragón. El funcionamiento  de este banco permite depositar a sus clientes un dinero en él y el banco se encarga de pagar y cobrar a cuenta de ellos. Es la forma de trabajar de la época y la instalación de dicha entidad supone un importante hito, pues tan sólo existen 27 ciudades en España que dispongan de una entidad como esta. El capital lo componen 12 millones de reales en  seis mil acciones de dos mil reales cada una. El comerciante barbastrense  Vicente Fuste posee una importante participación de cien acciones y Agustín Bizcarra, de Selgua, también participa con la misma cantidad (19).


Detalle de la acción del Banco Hipotecario de Barbastro, 1866, Gentileza de Francisco Molina.

Corre el año 1863 e Hilarión Rubio –el proyectista del batán de Argente- se casa con la grausina Aniceta Romero. Probablemente se hayan conocido en Barbastro pues su familia está instalada allí. Hilarión, que tiene grandes aspiraciones,  ha conseguido la plaza de Arquitecto en el ayuntamiento de Huesca y, ese mismo año, la joven pareja se traslada a vivir a la capital.  Allí sigue haciendo proyectos y no le va nada mal. Viven en una zona nueva de la ciudad, en la calle Vega Armijo (20). Ahora está ocupado en la restauración del castillo de Montearagón. Aniceta recibe una carta de su familia en Graus, pues un pariente lejano, grausino de adopción,  quiere trabajar en Huesca y  han pensado que puede ir allí para recomendarlo.  El joven se llama Joaquín Costa  y se presenta en Huesca el 7 de diciembre de 1863 (21).


Retrato de Joaquín Costa a los 24 años. Colección José María Auset Brunet. (Del libro “La imagen de Joaquín Costa”, Huesca, 1996).

Los trabajos de Joaquín Costa.

Joaquín es contratado, como chico para todo, en casa de Hilarión. Comienza a trabajar, no sin disgusto, en una fábrica de jabón que éste tiene con otros socios (22).  Aunque tan pronto lo encontramos de albañil en las obras de restauración en el castillo de Montearagón (23) o ensillando el caballo al tílburi (24) –con grandes problemas y sufrimientos- (25).  Si hay una palabra que pudiera definir esta parte de su vida, donde compatibiliza estas actividades “laborales” con sus estudios –sacando excepcionales calificaciones-, esta es sufrimiento.

Costa, al margen de sus penurias, considera a Hilarión como su protector y en su pensamiento no le cabe la manera de pagar el interés que está mostrando por él. Éste, que probablemente ve a Costa como un perfecto colaborador, sigue con sus proyectos y viajan juntos, en Semana Santa del año 1865, a Pertusa para replantear la acequia molinar de Ordás y Foncillas (26). Continúan las obras de Montearagón y allí lo encontramos en verano, con grandes ganas de aprender el oficio de albañil.

Comienzan el nuevo año -Hilarión y Costa- inmersos en nuevos proyectos. Uno de ellos es el Mercado de Huesca, “que tanto quehacer nos ha dado” (27). No pasan muchos días cuando aparece en la prensa local la noticia de un concurso para cubrir doce plazas de artesanos albañiles para la Exposición Universal que se celebrará en París el próximo año 1867 (28). Costa ha acumulado una importante experiencia como albañil estos años y se plantea participar en el mismo. Gracias a Hilarión consigue una recomendación de Manuel Camo –el cacique local- y de Mariano Carderera, que está en Madrid, y le intentarán ayudar.

Al cabo de un mes ya está Costa en Madrid para participar en la selección de pensionados. Es la primera gran ciudad que visita y le sorprende “la grandeza de las construcciones”. La paciencia no es una de las cualidades del joven Costa y pasa el tiempo  estudiando para no sufrir por la corrupción y la malicia que se encuentra. Más de un mes debe permanecer allí para las pruebas y cuando llega a Huesca nuevamente, en su diario, escribe “tuve los ejercicios …que me salieron a las mil maravillas. Me felicitaron algunos jueces y algunos espectadores y me dieron esperanza” (29).

Gracias al buen hacer de Costa y a la señalada colaboración de Carderera, después de salir el número trece, el 6 de febrero recibe un telegrama comunicándole que ha sido seleccionado con el número 11. Costa, que cuenta veinte años, probablemente, no es consciente de la oportunidad que se le presenta y de la magnitud que tiene la Exposición que está a punto de ver, pero está dispuesto a aprovecharla. No ha pasado ni un mes cuando viaja a París y, nada más llegar, comienza a recopilar información y materiales. Escribe a sus amigos de Huesca y estos le contestan animándole a publicar sus notas en “un periódico de la provincia” (30).

No es esta la única proposición que le hacen a Joaquín Costa, pues su su tío -el grausino José Salamero Martínez- le ha invitado a publicar unos artículos sobre dicha Exposición en el periódico “El Espíritu Católico”  que ha fundado y dirige. En marzo de 1867, se comienza a publicar, en el apartado de Variedades del periódico, una serie de artículos titulados “Revista de la Esposición” (sic). Allí Costa narra sus vivencias, según el encabezamiento, como “Corresponsal de París”. Describe vehementemente las innumerables novedades y descubrimientos que se presentan en dicha Exposición. La narración tiene también su parte divertida al narrar, en tono jocoso, que hay quien hace casi de todo, incluso el que “introdujera sesos en los cráneos que de ellos están faltos, y en este caso, tendría gran despacho, a no dudarlo” (31).

Podemos imaginarnos la impresión que le provoca París, que cuenta en estos momentos, según sus propias palabras, con “dos millones de almas” (32). Aunque, con sus poco más de veinte años, no sabemos que despierta más su admiración, si las superlativas dimensiones de la Exposición y los 150.000 metros cuadrados -15 hectáreas- de su pabellón central –sin incluir todos los recintos secundarios- o sus más de 50.000 participantes de todos los países del mundo. Entre estos no podemos olvidar la representación de la comunidad aragonesa con 95 participantes, presentando sus  productos agrícolas y los fabricados por las industrias extractivas y de transformación aragonesas (33).

En cualquier caso, entre la amplia variedad de artes y actividades que se muestran, uno de los aspectos que despiertan el interés de  Costa son las edificaciones y en su libreta de viaje anota todo lo que se refiere a los métodos constructivos, materiales y diseños. Plasma sus vistas en trabajados dibujos, para documentar todo, aunque centra su interés en las viviendas obreras. En la Exposición tiene la oportunidad de ver las mismas, “ejecutadas al natural” (34). Con sus planos y toda la información recopilada escribe una serie de artículos titulados “Habitaciones de alquiler barato” que envía a la Revista de Caminos Vecinales, aunque no llevan su firma, sino la de su jefe, Hilarión Rubio (35).  

La Sociedad Extractora de Barbastro.

A comienzos de septiembre de 1867, León Romero, el acaudalado barbastrense, viaja a París. Está emparentado con Hilarión Rubio -en un grado que desconocemos- desde su boda con Aniceta (36). Ha ido a la Exposición de París, entre otras cosas, para hablar con Costa sobre una fábrica para la extracción de aceite del orujo. Esta industria, que probablemente conoce por él, le interesa para obtener aceite para la fábrica de jabón de Hilarión. Aunque no está claro en este momento, el barbastrense será el socio económico de la  Sociedad Extractora de Barbastro. León le encarga –pues ha perfeccionado mucho su francés en su estancia en París- que se interese por el proceso y obtenga toda la información posible sobre el coste del mismo.


Patente nº 20.048 para extracción de aceites por Édouard Deiss, Apr. 27, 1858, U.S. Patent and Trademark Office (USPTO).

Unos días más tarde, el 9 de agosto de 1867, Joaquín Costa parte rumbo a Marsella. Ha quedado allí con el fabricante e inventor Édouard Deiss (37) para hablar sobre su proceso de extracción de aceite. Deiss no es demasiado amable –según la opinión de Costa- y no le deja muy buena sensación, pero lo importante es que ha visto funcionar el invento, todo parece real y  obtiene aceite. A Joaquín, que no va sobrado de dinero, le ha parecido una idea atractiva participar en la Sociedad y ha pensado invertir  los ahorros que está haciendo en su estancia en la Exposición Universal de París.

El proceso que ha patentado Deiss, según éste, obtiene más aceite, de un 16 a un 18 por ciento más, que con las prensas de viga y otros métodos. El aceite es “bello y limpio” y si se utiliza quemado, al ser más fluido, da un 20 por ciento más de luz y más rendimiento. Todos los métodos de extracción utilizan un producto, el Sulfuro de Carbono, que puede ser peligroso por las sustancias que contiene y por su inflamabilidad. Afortunadamente, en el proceso Deiss, los aparatos de generación de esta sustancia están a la intemperie y al obrero, según el inventor, “no le molesta en lo más mínimo el sulfuro” (38).


Tratado práctico de la extracción del aceite de los orujos…por Gumersindo Llofriu, Madrid, 1904.

La operación para sacar el aceite “de un grano oleaginoso cualquiera” comienza reduciendo el grano a polvo. El método de extracción, explicado de una manera sencilla, consiste en hacer pasar  el [bi]sulfuro de carbono por el polvo de la semilla, que se encuentra en el extractor –izquierda del dibujo, con la letra B- donde el sulfuro se combina con el aceite y lo arrastra. En un destilador  -un alambique, para entendernos-, situado a la derecha de la imagen con la letra D, se calienta el aceite obtenido y se evapora el sulfuro, pues hierve a una temperatura de 48 grados centígrados, y éste se condensa en el serpentín –centro de la imagen, letra C-, cayendo por un tubo hacia un depósito –en el centro, abajo, con la letra A- donde se guarda para nuevas operaciones. Una ventaja reseñable del método Deiss, dado el alto precio que tiene el sulfuro antes de su fabricación masiva, es la gran recuperación de éste.


Diagrama del proceso Deiss de extracción del aceite del orujo (se hace referencia en el texto), Llofriu, 1904.

Costa deja Marsella el 12 de agosto, pasa por Barcelona y tras algunos problemas por “la proximidad de revolución” llega Barbastro. Va camino de Graus y en su diario anota emocionado; “con qué placer atravesaba las calles de Barbastro” (39). Pasados unos días se ve en la ciudad del Vero con Hilarión Rubio y Manuel Bescos y con ellos regresa a París, pues comienza su semana de servicio en la Exposición a primeros de septiembre.

El grupo oscense visita a un ingeniero mecánico para gestionar los aparatos de la Sociedad pero ninguno de los tres tiene dinero para pagarlos y deben pedir “dineros a Barbastro y…no quisieron enviar, diciendo que ya no querían tal negocio”. Costa duda del éxito de la Sociedad e intenta disuadir a Hilarión, pero este busca denodadamente alguna industria “para aplicar a Huesca” (40). Convencidos de no seguir con la compra de los aparatos de la Sociedad, entablan contacto con un ingeniero francés y la cuestión, valorada en seis mil francos, vuelve a la palestra. Todavía no han llegado “los dineros” de Barbastro y, a mediados de octubre, regresan Hilarión y Bescós.

A mediados de noviembre contestan “los de Barbastro” probablemente convencidos por Hilarión y “dando el sí a la Sociedad”. Costa le envía una muestra de “bisulfuro carbónico” para que hagan ensayos con el cospillo. Este, a recomendación del ingeniero, adquiere “instrumentos y productos químicos” y constata que han sido “sencillamente engañados” (41), pues no era “un pozo de ciencia química” como decía.

Termina su estancia en París el joven Costa -sólo cuenta con veintiún años- y ya le esperan en Huesca para tomar decisiones sobre la Sociedad. Al final se decide comprar los aparatos “del cospillo” y construirlo en Zaragoza. La elegida es la Fundición Averly que ha patentado (42) una versión mejorada del método productivo de M. Deiss y telegrafían a la fábrica para concertar una cita y gestionar el pedido. Pero les falta un lugar donde ubicar la industria y a finales de año vuelve a Barbastro y con los hermanos Tomás y Pepita Cosín Fuentes, buscan un local para “el aparato” (43).


Portada del libro de Joaquín Costa sobre la Exposición Universal de 1867, Archivo Histórico Provincial de Huesca, Archivo Joaquín Costa, Caja 121, Carpeta 114.15.

En enero de 1868 comienza Joaquín Costa a escribir el folleto sobre la Exposición de París -su actividad es frenética- y lo termina en febrero y “se dio principio a su impresión el 19 [de] Marzo, y al público los primeros días de Mayo” (44). Muchas de las notas que componen el mismo estaban escritas en “puntos diversos del Campo de Marte” –donde se ubicaba la Exposición-. Los diferentes elementos mostrados en la misma y “la ausencia de alguna cosa” despiertan en su memoria “recuerdos tristes” e inspiran las “ideas concretas que hemos querido dejar apuntadas para que no se olviden”. Con este planteamiento organiza el libro, que consta de tres partes, y busca, en primer lugar, las causas del atraso de España, analizando todos los factores que a su juicio le afectan. La instrucción pública, las comunicaciones  y “nuestra clase obrera” son objeto de su incisiva mirada, entre otros interesantes temas. En la segunda parte, más cercana a nosotros, disecciona el “Estado de la provincia de Huesca” y su porvenir.


Verso de la portada del libro de Joaquín Costa sobre la Exposición Universal de 1867, con sus notas manuscritas, Archivo Histórico Provincial de Huesca, Archivo Joaquín Costa, Caja 121, Carpeta 114.15.

Pero Costa no se limita a analizar lo visible y constatar la “población escasa, [la] industria menguada” o la “agricultura bastante atrasada” (45) de la provincia. El texto aporta sus soluciones, las  ideas que, de manera visionaria, enmendarán los problemas planteados y regenerarán la provincia para avanzar, dejando atrás todo aquello que años de ostracismo y caciquismo han provocado. Para ello plantea potenciar la industria merced “a la abundancia de ciertas materias primeras [sic]” y “la baratura de los motores [hidráulicos]”, que permitirán “multiplicar las fábricas de harinas”, entre otras industrias. Muchas son las mejoras referentes a la  agricultura y la ganadería que propone, pero quizás la “exposición provincial agrícola y pecuaria” es, por sus resultados mayores que “veinte años de predicación en la prensa”, el asunto que centra una buena parte de la interminable lista de sus propuestas.

A mediados de 1868, no son éstos las únicos asuntos de interés para Costa, pues la nueva fábrica de extracción de aceite va tomando forma. Están montando el generador que alimentará el proceso. Costa, hombre de poca paciencia, sufre con la lenta evolución del  montaje de las máquinas. Quizás sea porque sabe que cuando esté montada la fábrica será él el director y se hará cargo de ella (46) y está deseoso por comenzar la actividad.

Dura poco su alegría pues las pruebas no son demasiado satisfactorias y las maniobras son muy lentas. Para complementar el éxito han tenido dos incendios y si bien no han tenido daños personales, se han perdido grandes cantidades de bisulfuro. Costa es  consciente de la toxicidad de éste y señala: “lo menos dos años de vida hemos perdido…Dos años digo…¿y no más?” (47).

Tras muchas pruebas consiguen hacer “dos operaciones por día”. Joaquín aprovecha los tiempos de espera para escribir, pues sigue pensando que este negocio no puede tener mucho futuro. Un montador viene a modificar la instalación y está cuarenta y siete días cuando debía costar, según Costa, “diez o doce” (48). Una vez montado, tras las pruebas se quedan sin bisulfuro; deben  pedirlo a Marsella y mientras tanto la fábrica está parada.

El diez de agosto llega el bisulfuro y tampoco se adelanta pues falta el agua y luego tiene fallos el proceso que se deben solucionar. Costa escribe: “el aparato de extracción de grasas no me satisface nada”, “¡Cuánto me hace rabiar este aparato!” (49).

Costa intenta evadirse de los rompimientos de cabeza que le proporciona la extractora y se dedica, cuando puede, a sus asuntos. Ha aparecido un anuncio de su libro sobre la Exposición Universal de París en la prensa oscense (50). Este no puede ser más oportuno, pues el 18 de septiembre de 1868 (51) se inaugura la Exposición Aragonesa de 1868 en Zaragoza. Esta intenta aglutinar -al “estilo” de la exposiciones universales como la participada y narrada por Costa- todas las novedades e industrias de la época. La capital aragonesa cuenta con 60.861 habitantes (52).  Para su localización se ha elegido la Glorieta de Pignatelli, en una zona donde se está expansionando la ciudad y allí se ha construido un  edificio –en tres meses- que tiene 5.000 metros cuadrados –media hectárea- para albergar los más de 3.000 expositores (53).

En esas mismas fechas Costa tienen una disputa con uno de los socios, el barbastrense Telésforo Lasala y  tras estas desavenencias, Costa -que ya está cansado- deja la sociedad (54).

Pero sigue la vida, y en Zaragoza,  artesanos y fabricantes de Aragón y todo tipo de personas muestran sus trabajos y obras, aunque en la lista de participantes encontramos representaciones de toda Europa.  En estas mismas fechas, por el descontento general con el régimen monárquico,  tiene lugar el levantamiento revolucionario y, a los pocos días, el 30 de septiembre la Reina Isabel II abandona España. Los organizadores de la muestra de Zaragoza, ante la complicada situación política del momento, deciden cerrarla. El nuevo gobierno, que no ve la Exposición como problema sino como un intento por avanzar en la mejora de la industria de la región, permite que continúe con su actividad. En Barbastro la revolución ha tenido una fuerte acogida. La “gloriosa” la han denominado, aunque nadie sabe como acabará todo.


Anuncio del libro de Joaquín Costa sobre la Exposición de 1867, El Oscense, 15 de septiembre de 1868, [Instituto de Estudios Altoaragoneses].
Como toda Exposición que se precie, esta tiene que otorgar premios y galardones. A Joaquín Costa, la Junta General del Jurado le concede la medalla de cobre[sic] (55) en la categoría de Ciencias, al trabajo realizado en su folleto “Ideas apuntadas en la Exposición Universal de 1867".

La Exposición tiene tal cantidad de objetos y productos y es tal la cantidad de galardones, que parece que todo el mundo ha recibido uno. Dentro de este variopinto grupo de obras y trabajos premiados hay varios barbastrenses, y gracias a estos premios conocemos su participación en la Exposición. En la categoría de Ciencias, se premia el trabajo presentado por Marcelo Monclús Arnaldo (56) –ciego- por “un cuadro escrito y dibujado por el sistema Braille y por medio de la máquina Foucault”. Asimismo resultan premiados, en la categoría de “Artes liberales” con una mención honorífica Ramón Royo y Casañez por “una guitarra” y Tomás Escuer y Vinyales por un “organo de cañas”. En el apartado de Agricultura obtienen  la mención honorífica, Juan Pujol y Cabal, el Marqués de Artasona y Pedro Codina González por sus vinos y los “Sres. Planas y compañía” por sus harinas. Y por último, no menos importante, el aguardiente de Raimundo Santías [sic] y Comas  también resulta premiado en dicho evento (57).


Diagrama del “aparato Averly, privilegiado” para extracción del aceite del orujo, Llofriu, 1904.
La historia de la Sociedad Extractora sigue y, en noviembre, Hilarión Rubio quiere vender su parte, aunque no encuentra comprador. El aceite que se ha fabricado hasta esta fecha no vale para la fabricación de jabón y varios compradores de Barcelona, e incluso de Marsella, no lo quieren. Ya entrado el año 1869, Averly, el fabricante del proceso, se desentiende de los resultados del proyecto. Costa se lamenta de su mala suerte: “¡Y yo que había de cobrar aún treinta duros!”. En mayo le escribe Hilarión a Costa comunicándole que se ha vendido, por fin, el aceite. Él duda de cobrar lo adeudado, pero ya no volverá a hablar de su dolorosa experiencia (58).

La industria barbastrense sigue...

No faltan las iniciativas industriales en la ciudad y el año 1883 todavía perduran las opiniones que en su día expresó Madoz y se sigue hablando de “la superioridad agrícola industrial y comercial que ha ejercido y ejerce todavía sobre muchas poblaciones del Reino de Aragón” la ciudad de Barbastro (59). Y aunque las circunstancias del siglo, plagado de guerras, cambios políticos y epidemias de todo tipo, no han sido las óptimas, el autor remarca; “no se ha arrendrado Barbastro”. La ciudad se ha adaptado a la época y,  el texto, nos describe la imagen industrial de la ciudad; “Sin dejar nunca de poseer todos los medios que produce la industria para la comodidad de la vida, han aparecido también allí las chimeneas de vapor que contribuyen a impulsar su nativa actividad. Lujosas son algunas de sus tiendas y renombrados sus pergamineros”.  Cierra la descripción la lista de negocios de la ciudad que cuenta, “sin contar otras industrias y comercios”, con “3 imprentas-librerías, 1 taller de encuadernación, 2 quincallerías, 2 relojerías, 1 marmolista, 8 curtidores, 30 prensas de aceite, numerosas tiendas de telas, pintores, doradores, etc. Las fábricas de vapor son 2, una de lanas. Hay otra de harinas y otras dos de listado de sedas.” (60).  

Larga es la relación de las industrias y la agricultura barbastrense. Como importantes son los vínculos de Joaquín Costa con Barbastro. Estos no acabarán en estas fechas, pues estará implicado profundamente en las nuevas instituciones de la Ciudad, pero eso ya es otra historia.

Notas:
1 Real Cédula del 27 de julio de 1746 citada por Canellas López, Ángel, La real compañía de comercio y fábricas de Zaragoza: historia de su primer trienio, Revista Jerónimo Zurita, IFC, III, 1952, p. 79-102. [Fernando VI, a comienzo de su reinado, dicta esta al considerar el lamentable estado de la industria aragonesa].
2 Asso, Ignacio de, Historia de la economía de Aragón, Francisco Magallón, Zaragoza. 1798.
3 Ubieto Arteta, Antonio, Los pueblos y los despoblados, Anubar, Zaragoza, 1986. [Las cifras son orientativas pues los censos de esta época no son demasiados rigurosos].
4 Polo y Catalina, Juan, Censo de frutos y manufacturas de España, Imprenta Real, Madrid, 1803.
5 Serra y Campdelacreu, José, Barbastro por..., Archivero del Ayuntamiento de Vich. Monografía ilustrada con varios grabados y dos heliografías, Tipografia Mariana, Lérida,  1883, p. 30. [Edición facsimil  a cargo de Manuel García Guatas, Barbastro, 2005].
6 Madoz, Pascual, Diccionario Geográfico-Estadistico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, 1845-50, t. 3, p. 395. [Pese a su relación con Barbastro, la única información sobre las industrias de la ciudad la copia de Asso como posteriormente hará López Novoa].
7 Costa, Joaquín, Memorias, Edición de Juan Carlos Ara Torralba, IEA, Colección Larumbe 73,  Huesca, 2011, p. 433. [Han sido fundamentales en la elaboración de este artículo las magnificas notas y el cuidado estudio del autor sobre las memorias de Joaquín Costa].
8 AHPH (Archivo Histórico Provincial de Huesca), Obras públicas,  legajo 373.  [1856].
9 Bibián, José, Pascual Madoz y su vinculación con Barbastro, Especial Fiestas,  El Cruzado Aragonés, Barbastro, 2007, p. 75.
10 Gaceta de Madrid, 7 de febrero de 1855, n. 767, p. 2.
11 GEA, voz Desamortización. [Dato referido al lapso entre los años 1859 y 1895].
12  Allanegui Burriel, Guillermo, Noticias sobre batanes,… y otros inmuebles en la Provincia de Huesca, en documentos de la Desamortización de Pascual Madoz. [en línea].
13 Enajenar, según el diccionario de la RAE, significa “pasar o transmitir a otro el dominio de una cosa o algún otro derecho de ella”.
14 Nieto Callén, Juan José, Notas para la historia de las acequias de Barbastro y “El Moliné”, El Cruzado Aragonés, Especial fiestas 2000, p. 24-25.
15 La Esposición de Sobrarbe, Barbastro, 28 de junio de 1857, p. 4.
16 La Esposición de Sobrarbe, Barbastro, 30 de agosto de 1857, p. 4.
 17 Memoria sobre los productos de la agricultura española reunidos en la Exposición General de 1857, presentados al excelentísimo señor Ministro de Fomento por la junta directiva de aquel concurso, Imprenta Nacional, Madrid, 1859-1861, p. 1093.
18 La Esposición de Sobrarbe, Barbastro, 23 de septiembre de 1857, p. 1. [Suponemos que  Manuela Altaoja y la viuda de López es la misma persona].
19 Gil Novales, Alberto, La revolución de 1868 en el Alto Aragón, Guara, Zaragoza, 1980, p. 19.
20 Martínez Verón, Jesús, Arquitectos en Aragón, Diccionario histórico, Zaragoza, IFC, 2000, p. 400.  [Voz Hilarión Rubio. La calle Vega Armijo la “alineará”, él mismo, el año 1865].
21 Costa, 2011, p. 433.
22 Costa, 2012, p. 11/434. [La estancia en la fábrica la narra en sus memorias “aprendí a fabricar el jabón, aunque con rabias y rabias”].
23 Ara Torralba, Juan Carlos, Costa en su “Memorias”, o la inexorable voluntad de ser alguien, en Joaquín Costa: el fabricante de ideas: memoria de un centenario, Zaragoza, 2012, p. 29.
24 El tílburi, según el diccionario de la RAE, es un carruaje de dos ruedas grandes, ligero y sin cubierta, o con ella, para dos personas y tirado por una sola caballería.
25 Costa, 2011, p 9.
26 Costa, 2011, p. 13. [Juan Carlos Ara, en sus notas, sugiere a Pablo Ordás Ginto o Mariano Ordás y Forruella. Para Foncillas propone al abogado oscense Manuel Foncillas].
27 Costa, 2011, p. 17. [También trabajan en el proyecto del seminario de Huesca].
28 Costa, 2011, p. 22. [El 15 de octubre de 1866 es su primera cita en sus memorias sobre los pensionados para la Exposición de 1867, el 21 de noviembre llega a Madrid y el 28 de diciembre ya está otra vez en Huesca, después de las pruebas].
29 Costa, 2011, p. 28.
30 Costa, Joaquín, Ideas apuntadas de la Exposición Universal de 1867 para España y para Huesca por…, Antonio Arizón, Huesca, 1868. p. 3.
31 Espíritu Católico, El. Marzo, 1867.
32 Espíritu Católico, El. Marzo, 1867. [Suponemos que se refiere a París y sus alrededores].
33 Ayuntamiento de Zaragoza [http://www.zaragoza.es/ciudad/museos/es/chistoria/exposiciones.htm#primero].
34 AHPH, Archivo Costa, caja 118, carpeta 112.32 [Cuaderno de notas del viaje a la Exposición Universal de Paris].
35 Ara, 2012, p. 69. [Para la autoría del texto], [Cheyne, George J. G., Estudio bibliográfico de la obra de Joaquín Costa (1846-1911), Guara, Zaragoza, 1981, nº 512, para la publicación].
36 Costa, 2011, p. 434.
37 Deiss, Édouard, United States Pattent Office, Patent nº 20,048, dated April 27, 1858. [Para poder viajar a Huesca –por las quintas- debe pedir autorización a la Comisión Regia de la Exposición en AHPH, Archivo Joaquín Costa, Caja 118, Carpeta 112-20].
38 Llofriu, Gumersindo, Tratado práctico de la extracción de aceite de los orujos de oliva y uva por medio del sulfuro de carbono, por…, Hijos de Cuesta, Madrid, 1904, p.49 y sig.
39 Costa, 2012, p. 54.
40 Costa, 2012, p. 58.
41 Costa, 2012, p. 62.
42 Sancho Sora, Agustín, Relaciones interindustriales: industrias agroalimentarias e industrias de construcción mecánicas (1880-1930), Sociedad Española de Historia Agraria, Cuadro 1 [Patente 26.085] [En línea].
43 Costa, 2012, p. 70.
44 AHPH, Archivo Joaquín Costa, caja 121, carpeta 114-15 [Notas manuscritas en el libro Costa, Joaquín, Ideas apuntadas de la Exposición Universal de 1867 para España y para Huesca por…, Antonio Arizón, Huesca, 1868].
45 Costa, 1868, p. 105.
46 Costa,  2011, p. 452.
47 Costa,  2011, p. 75
48 Costa,  2011, p. 80. [Cheyne mantiene que compraron la máquina de París, aunque el diario no aclara este término, bien pudiera ser pues las reformas delatan la inclusión de algunas mejoras en el proceso o, incluso, comprar otras máquinas a Averly].
49 Costa,  2011, p. 84-85.
50 El Oscense, 15 de septiembre de 1868, año I,  nº 20. [Se repite el anuncio el día 25 del mismo mes].
51 El Oscense, 19 de septiembre de 1868, año I,  nº 22. 
52 Ubieto,  1986, censo Zaragoza en el año 1857.
53 Ayuntamiento de Zaragoza [http://www.zaragoza.es/ciudad/museos/es/chistoria/exposiciones.htm#primero]. [Si hacemos caso de las cifras, la densidad de expositores era bastante alta…],  [Estas cifras se han incluido para poder comparar la entidad de la exposición aragonesa con la de París de 1867].
54 Costa,  2011, p. 87-88. [Así lo afirma Costa: “He dejado la fábrica para siempre”].
55 Exposición Aragonesa de 1868, Catálogo de los expositores premiados, Calixto Ariño, Zaragoza, ca. 1868, p. 3. [La obtiene en la división de Ciencias. Él cita que le ha correspondido la medalla de bronce, Costa, 2011, p. 116].
56 AHPH, Archivo Joaquín Costa, caja 91, carpeta 26-19, p.485 y sig. [El segundo apellido de Marcelo Monclús aparece en el libro Exposición aragonesa de 1868. Catálogo de la exposición, Calixto Ariño, Zaragoza, 1868, p. 32, que se encuentra en esta carpeta].
57 Exposición aragonesa de 1868, Catálogo de los expositores…, ca. 1868, p. 8, 22, 40, 41, 42.
58 Costa,  2011, p. 110.
59 Serra, 1883, p. 29.
60 Serra, 1883, p 30. [Esta lista es más prosaica que descriptiva, pero es interesante].

Nota final: Este artículo, junto a otros, aparece en el blog seirapowerplant.blogspot.com para intercambiar ideas, sugerencias y comentarios sobre los errores que, seguro, he cometido. Cualquier colaboración o comentario sobre el asunto tratado será bienvenida en este correo: josanmefecit@gmail.com.

Lista de agradecimientos (pido perdón a los que, por olvido, no cite): Enrique Albert, José María Auset, Charo Bordes, Laura Fontova, José Jiménez, Marta Mastral, Francisco Molina, Ana Oliva, Jesús Paraíso, Conchita Pintado.

Este artículo se publicó en el extra de fiestas de El Cruzado Aragonés de septiembre del 2013.