miércoles, 30 de marzo de 2022

Notas sobre la historia de la central de Seira (27): Errare humanum est…




El rótor (o inductor) girando visiblemente en la máquina situada en primer plano en la central número 1 de la Niagara Falls Company.


    El equivocarse es de humanos dice el aforismo latino, entre otras cosas. Y así ha sido, pues revisando el artículo de la última revista, cuando ya era demasiado tarde, detecté un error en el pie de una imagen. 


    En los artículos para Els Tres Llugarons intento acercar y adaptar el vocabulario técnico a todos los posibles lectores. Muchas veces los electricistas, como otros gremios, utilizan palabras que no son habituales en personas ajenas al mismo. Es un ejercicio arduo, a la vez que gratificante, intentar explicar -como si fuera para tu abuela- algunas operaciones o cuestiones técnicas. En el último artículo intentaba mostrar la complejidad técnica y el ingenio de los precursores a la hora de poner un alternador verticalmente. Incluso para un genio como Tesla había cuestiones que escapaban a su imaginación. El planteamiento que había diseñado para los generadores era de una simplicidad cristalina y mostraba, de manera cercana, la parte inductora o inductor -que no dinamo como yo puse en el pie de foto, por error- girando en el exterior del alternador, lo que hoy llamamos rótor -por aquello de que es la parte que gira- en contraposición a la parte que está estática u estátor.  En las máquinas actuales la ubicación de ambas partes está al revés y el rotor, perdiendo el romanticismo y la peligrosidad de aquellas primigenias máquinas, se esconde en el interior del estátor. No cabe duda que está disposición es mucho más práctica y apropiada pues permite evitar el riesgo de proyección de alguna pieza suelta de las partes en movimiento. 








    La electricidad se produce en las máquinas por un principio eléctrico en el que participan tres elementos: la velocidad, el campo magnético y una bobina. En la parte fija, en el estátor, tenemos la bobina. En la parte móvil, la energía del agua se encarga de mover el rótor -la velocidad- y este, mediante una corriente continua, genera el campo magnético. El resultado de la operación de estos tres términos aparece en los extremos de la bobina donde se produce una fuerza electromotriz, o abreviadamente f.e.m., que medimos en voltios. La visión de Tesla planteó un inductor -o parte generadora del campo magnético- ligero y esbelto girando en el exterior del inducido -o parte receptora donde el campo induce la f.e.m.- y creando una máquina de una belleza singular.


    Estos principios eléctricos son obra del químico británico Michael Faraday, pero la ley se titula de Faraday-Lenz o de Faraday-Henry en honor de Heinrich Lenz, y de Joseph Henry, que aportaron importantes aspectos, en el primer caso y por descubrir simultáneamente la misma, en el segundo. Aunque quizás el más conocido de todos los estudiosos de la electricidad sea Maxwell, pues fue el autor de una recopilación de estos principios a los que añadió los que Ampere y Gauss hicieron, en unas ecuaciones que, pese a ser el tormento de los estudiantes de electricidad, albergan los fundamentos del electromagnetismo.


    Ahora, “disfrutando” de los calores veraniegos, estoy haciendo lo que debiera haber hecho unos días después de escribir mi artículo de la última revista: la última lectura tranquila y crítica. Pero nunca existe ese momento sosegado en el que se puede disfrutar del trabajo realizado, pues suele coincidir en el tiempo con otro evento no menos delicado: la maquetación de la revista y la detección de errores antes de mandarla a la imprenta.





    Afortunadamente, después de unos cuantos artículos publicados en Els Tres Llugarons, el proceso de escritura de los mismos se ha organizado razonablemente y lo primero es buscar la idea principal, luego viene el hilo conductor, que debe ser lo que te haga seguir y te enganche en el relato. Poco a poco vas recopilando ideas, investigando y escribiendo párrafos para, pasado el tiempo, tener una serie de textos que debes acoplar. Cuando escribes, si tienes la suerte de encontrar la inspiración, llega un momento que te emocionas y el texto sale solo. Pero en ese momento no ves que estás repitiendo alguna expresión, ni errores gramaticales y tampoco faltas ortográficas pues estás imbuido del proceso creativo y las palabras fluyen en el teclado bajo tus dedos y el contador aumenta de forma alegre. Son cerca de 1.500 palabras las que tiene un texto y pueden parecer pocas, pero en ocasiones cuesta encontrar ese “hilo conductor”. 


    Algunas veces ocurre que una idea transversal atrae el interés y poco a poco, te aparta de la idea principal y se adueña de tu atención, puede llegar a cambiar el título, la temática y el contenido. Eso me pasó con las centrales de la Niagara Falls Company que acompañan este texto. Comienzas a buscar información, imágenes, textos y, sin notarlo, vas perdiendo el interés en la idea primigenia y ya solo ves lo transversal hasta que eres consciente de tu devaneo cuando ves que falta poco tiempo para cumplir el plazo. Los nervios comienzan a castigar tu estómago y deseas que se termine todo, que ese contador que no mueve sus dígitos, definitivamente, marque el número mágico y puedas respirar aliviado al terminar el trabajo.





    Los profesionales imagino que deben tener otros métodos, pero los amateurs, como el que suscribe estas líneas, no disponemos del tiempo necesario para poder digerir nuestros propios textos y es gracias a mi compañera Charo, excepcional correctora, la que analiza, de manera casi forense, los textos.  En este proceso detecta repeticiones, faltas ortográficas, y me recuerda los vicios y malas costumbres que tengo escribiendo. Los ripios y la creación de frases “poéticas” también son objeto de su análisis: “Sujeto, verbo, predicado”, me recuerda. Las lecturas -siempre en papel- se suceden, puliendo los textos y completando conceptos o ideas.

 

    También los compañeros de trabajo aportan sus opiniones y correcciones, pues ellos son conocedores de muchos de los temas a los que dedico mis escritos y valoro mucho su opinión. Entre todas estas idas y venidas se deben escoger las imágenes, adaptar su tamaño y, en el caso de los dibujos o de las reseñas propias, dibujarlas y editarlas. 


    Un punto clave que ocupa mucho tiempo son los pies de foto, pues deben explicar todo aquello que no se ve en la imagen, ubicándola y referenciándola como exige la ley y las buenas costumbres. Una vez terminado todo este proceso se debe copiar el texto al programa de maquetación, corregir los formatos de letra, negritas, cursivas y demás, insertar las fotos y los pies de foto, y adaptar su tamaño para rellenar el espacio. Un largo periplo que lamentablemente nunca se hace con el tiempo y el reposo requerido.


    Esta corrección ha servido para explicarles cómo se genera la electricidad y, de paso, disculparme por el error, aclararlo y contarles cómo me organizo para escribir estos artículos.






 Este artículo se publicó en el número 28 de la revista "Els Tres Llugarons", Abi, Seira y Barbaruens, editada por las asociaciones culturales de dichos pueblos en el invierno de 2021.