En verano los pueblos celebran sus fiestas. Los labriegos “contornean las hoces y aceradas hojas cortan las doradas espigas” que “huesudas bestias atadas a los trillos corren y corren por las pistas de las eras” donde “mujeres enmorenadas rellenan las talegas”.
Hace cien años, el año 1925, los periódicos narraban lo malo que había sido el invierno anterior para la agricultura y la primavera “a causa de la prolongada sequía que malogró en unos puntos y anuló en otros la cosecha de cereales y pésimo se presenta el verano”. Desde Graus, en mayo, vista la gravedad de la situación, “se principiaron las rogativas, y nos favoreció el Todopoderoso con abundantes lluvias, que fueron calmadas las ansiedades y temores del vecindario ante la pertinaz sequía”. El día de la Ascensión se eligió para una “solemne función de gracias, con solemne festividad religiosa…concurridísima y emocionante procesión, entonando el santo rosario un nutrido coro de señoritas, acompañado de la banda de música, y por último se cantó el Te Deum en la capilla del Santo Cristo a todo órgano. Bien podemos decir que Dios aprieta, pero no ahoga, y menos con las fervorosas y piadosísimas plegarias que el Alto Aragón creyente le ha dirigido durante el mes de mayo.”
El 19 de julio llegó a Aragón un fuerte temporal que trajo grandes aguaceros en el Pirineo, provocando, entre otras, la crecida del río Gallego. Los periódicos no se hicieron eco hasta el 22 de julio, día en que El Diario de Huesca comentaba en un artículo titulado “Inundaciones y pedriscos” que no se podía trillar en las eras porque “estamos hace ocho días bajo un régimen de tempestades que no solo imposibilita esa labor, sino que además origina graves perjuicios a viñedos, olivos y hortalizas”.
Todavía no se conocían todos los efectos que estas tormentas habían provocado en la provincia, pero, poco a poco, los pueblos enviaban crónicas sobre los daños ocasionados por los aguaceros. En Monzón una chispa eléctrica mató a un labriego e hirió a su hermano, en Tamarite no se produjeron daños, pero en los pueblos vecinos la tormenta, que el día 19 acabó en pedrisco, si los produjo. Ansó se quedó aislado y los relatos que enviaban desde la zona estremecen por su crudeza:
“El rio, sin frenos, dueño del paisaje, iba ganando la carretera, robando el terreno, con amenaza inminente de arrastrar, en su loco torbellino, al autobús correo que fatigosamente subía la cuesta empinada, alucinado por el reflejo del relámpago y bajo el fragor de una tormenta que en aquellas gargantas rocosas alcanzó apocalípticas proporciones.”
En la cabecera del río Ésera la intensidad de las lluvias fue especialmente fuerte y la noche del 21 al 22 de julio de 1925 se produjo el máximo de una crecida, que recordarán toda la vida los habitantes de la ribera del río Ésera y, en especial, los habitantes de Benasque. El río se desbordó y convirtió la villa en una isla, pues era tal el caudal del Ésera que invadió la calle Mayor. La desconcertante crecida, que se produjo por la noche, dejó a sus vecinos indefensos, sin poder salir de sus casas, viendo como su patrimonio desaparecía al capricho de las aguas.
El Diario de Huesca relataba los “perjuicios incalculables” que habían producido “las tormentas trágicas” y “el desbordamiento del Ésera”:
"Ayer fueron las noticias de los desastres producidos por el río Veral. Hoy tenemos que comunicar tristemente las amarguras y desconsuelos de que han llenado a la Comarca de Benasque las aguas del Esera. La calle mayor quedó inundada y el puente destrozado, lo mismo que largos trozos de la carretera y camino de Francia y del Valle de Arán. Algunos edificios, hundidos en las aguas, sufrieron enormes desperfectos. Gran cantidad de ganado fue arrastrado por la corriente. Carabineros y guardias civiles y el vecindario, realizaron heroicos trabajos de salvamento. También se desbordó el barranco [Rimascaro], que inundó parte del anejo Anciles. Este pueblo está incomunicado completamente, lo mismo que Villanova. La carretera del Valle de Arán ha quedado destruida en una extensión de 18 kilómetros. Hasta ahora no se conocen desgracias personales. Las pérdidas materiales son de enorme consideración"
Desde Castejón de Sos escribían narrando “nuevos detalles” de la situación del valle:
“Recibimos ayer una carta de Castejón de Sos, fecha 23, de la que copiamos los siguientes e interesantes detalles: El vecindario de Castejón de Sos está incomunicado, por haber desaparecido los dos puentes de salida a El Run, uno de piedra en dicho lugar y el otro de madera, a la carretera. Además, otro tercero para ir a Vidaller y Bono, en cuya zona radican ocho ayuntamientos y numerosos anejos, también ha sido arrastrado. La palanca de Castejón servía de paso para cuarenta poblados aproximadamente. En Benasque arrastró el río la Fonda de Cabellud y otras dos casas. Del barrio de Anciles, no se sabe nada; solo se veía que el barranco [Mascarod], impetuoso e imponente, iba por medio del pueblo que tiene 18 casas. En Villanova se desvió el cauce del río y derribó una casa de reciente construcción, sita en la carretera, llevándose los muebles. Hasta un auto arrastró el Ésera. En la presa de La Catalana hay empotrada una Galera. Al Molinero de El Run, Antonio Pellicer, se le llevó el río tres cubas de vino de 60 decalitros cada una, así como conejos y gallinas y bastantes sacos de harina. Son incalculables los árboles y maderas que van por el río así como los bueyes, mulos y ovejas ahogados. La anchura del río en Castejón es de 400 m y el nivel ha aumentado en 2 metros. En Seira, creo, han desaparecido los puentes de sostén de tubos, quedando estos al aire; Han quedado destrozados otros puentes y la carretera en [Ventanullo]. Las pérdidas se hacen incalculables.”
Estado de la "carretera" del Congosto del Ventamillo tras la riada de 1925.
En los periódicos aragoneses se sucedían los artículos sobre lo sucedido:
““Los horribles estragos causados por la inundación en el pueblo y valle de Benasque. Un testigo presencial de los enormes daños que los temporales han ocasionado en Benasque nos envía la siguiente información:…destruyó caminos, arrastró palancas y convirtió en arenales, con enormes pedruscos, muchos prados cercanos a la villa. Roto un dique de contención de la entrada de esta, se precipitaron tumultuosamente las aguas por la calle Mayor, arrastrando maderos, árboles, y enormes pedruscos. Separadas las casas de dicha calle, del Río, por unos huertos, éstos fueron arrastrados por la corriente, quedando dichas casas completamente aisladas y expuestos sus moradores a ser aplastados o arrastrados por la corriente. Sobre las once y media de la noche se apagó la luz eléctrica, porque la presa de la fábrica que la proporciona fue destruida, el canal cegado por completo y el edificio muy en peligro. Los truenos y relámpagos se sucedían frecuentemente, y al ruido que producían las aguas con el arrastre de los enormes cantos rodados era ensordecedor, y producía tristeza y miedo, encogiendo el ánimo de los más valerosos. De las casas amenazadas se oían voces de auxilio, y algunos valientes, humanitarios hombres de la localidad, carabineros y guardia civil, se lanzaron con luces y cuerdas a la muy impetuosa corriente que se desbordaba por la plaza y calle Mayor, y con peligro de sus vidas fueron trasladando enfermos, niños, mujeres y ancianos de las casas más amenazadas a otras próximas y de menor peligro. Desalojadas aquellas con rapidez y oportunidad, pues la altura de de las aguas había aumentado y hubiera sido imposible hacerlo unos instantes después, esos hombres abnegados siguieron vigilando y prestando otros servicios de salvamentos de muebles, enseres, etc.”
El benasqués, Luis Berot, recordaba años después, en primera persona, la tragedia que supuso aquella noche para el patrimonio de su familia:
“En julio la riada y en octubre la iglesia (ardió por un incendio la noche del 6 al 7 de octubre la iglesia de Santa María la Mayor). La calle mayor era un rio se había desviado el rio Ésera…enfrente de mi casa el agua por detrás y por delante. Allí cerdos, gallinas, borricos,…llegó el agua al primer piso…perdimos mucho dinero porque se nos inundó el comercio.”
Hace cien años de aquella riada y estos hechos nos recuerdan -y nos deberían hacer reflexionar- sobre los ocurridos en la riada del año 2013 que provocó unos efectos similares en el valle pese a la existencia de presas y más medios tecnológicos.
Este artículo se publicó en el número 34 de la revista anual "Els Tres Llugarons", Abi, Seira y Barbaruens, editada por las asociaciones culturales de dichos pueblos en el año 2025.