viernes, 17 de septiembre de 2010

Escher Wyss y la central de Seira (1)


Hans Caspar Escher

La familia Escher, a la que pertenecía Hans Caspar Escher, era una de las más importantes de Zurich. Durante más de quinientos años, miembros de dicha familia de patricios, habían sido comerciantes, industriales y diplomáticos.

A Hans Caspar Escher, ingeniero e industrial, siguiendo la tradición familiar, se le ocurrió fundar un taller donde perfeccionar los telares de su fábrica textil.



Pero la historia de la fundación de esta empresa, a comienzos del siglo XIX, no fue realmente tan sencilla y Hans Caspar Escher, cambió los planes que su padre había hecho para él, y estudió Arquitectura, que era lo que realmente le gustaba. La ocupación francesa de Suiza y su actividad militar le abrieron los ojos a su verdadera vocación: crear su propia empresa textil.


En 1803 construyó su anhelado telar en la bodega familiar y 1805, junto a su padre y varios socios más, fundó, con la asesoría jurídica del banquero Salomon Wyss -que puso el segundo nombre a la compañía-, una empresa para poder mejorar los defectos que había encontrado en sus telares. Esta sociedad, en pocos años, tendría renombre mundial y fue el germen de la industrialización de aquella parte del país.


La trayectoria, a partir de esa fecha, vinculada primero a la industria textil y más tarde a la construcción de máquinas de todo tipo, revolucionó con las ideas y el espíritu de Hans Casper la construcción mecánica. Una historia apasionante que va unida indisolublemente a la evolución de las turbinas hidráulicas.

Taller de Escher Wyss en 1875

La construcción de máquinas hidráulicas comenzó con la utilización de éstas en las fábricas de papel para aprovechar allí mismo su fuerza. A comienzo del siglo XX, con el transporte de la energía a larga distancia, en sus talleres de Zurich, construyeron las turbinas de la "Canadian Niagara Power Company" de 10.000 caballos cada una - las más grandes de la época -.



Escher Wyss y la Central de Seira

Escher Wyss & Co, en adelante EW, suministró las tuberías metálicas, las tres turbinas principales -con sus reguladores e instalaciones auxiliares- y las dos turbinas Pelton auxiliares, de la central de Seira.



Catalana de Gas y Electricidad, en previsión de la ingente cantidad de material que debía recibir, construyó un apartadero en la estación de Barbastro para poder recepcionar todos los materiales y suministros que vinieron por ferrocarril.


Todos los materiales que suministró EW recorrieron el trayecto de Zurich, donde estaba su fábrica, por ferrocarril hasta Barbastro y luego en carros hasta Seira. Allí se juntaban turbinas y tuberías con otros elementos menos tecnológicos como el grano necesario para alimentar las caballerías. Todos ellos subían por los polvorientos caminos de la Ribagorza en un lento peregrinar de caballerías.



La concesión del salto del Run con sus 138 metros de salto neto y un caudal de 7 m3/s, por sus valores, sugerían turbinas Francis. Mediante una doble rueda de 1.400 mm. de diámetro y 200 mm. de ancho se obtenían 10.600 caballos de potencia. La rueda estaba fundida en bronce y la cámara espiral -el caracol- junto a los codos de aspiración están hechos en fundición. Actualmente el acero inoxidable, más resistente a la cavitación, ha “jubilado” a los viejos rodetes. Un ejemplar original lo podemos ver en la puerta del museo de la electricidad de Seira.



El 3 de febrero de 1915, según el pedido 1560 [1550 según algunos documentos], se encargaron tres turbinas que llevan el número 5476, 5477 y 5478.


Como anécdota, el encargado de colocar las letras en el molde de la fundición se equivocó en el orden de las mismas, en la número 5476, y se lee "ESCHRE WYSS".



Las dos turbinas Pelton de 600 caballos que suministró también EW se utilizaban para producir, mediante dinamos, la corriente continua necesaria para la excitación de los alternadores y la continua, necesaria para los servicios auxiliares de la central –no tenían baterías-. Mediante dos alternadores se suministraba fluido eléctrico para la central, sus edificios y, en sus inicios, para los habitantes del valle.


BIBLIOGRAFIA:

Dr. B. Fehr, y otros, ESCHER WYSS 1805-1955. 150 ans d’evolution, Zurich, 1955, 286 p. [remplace le tome 27/28 du Bulletin Escher Wyss]

NOTAS:

La imagen de
Hans Caspar Escher y del taller de Escher Wyss está sacada de la wikipedia.

Las imágenes restantes (4) están sacadas de un catálogo de la marca del año 1922.

Las imágenes en blanco y negro, mostrando detalles de las turbinas y sus accionamientos, fueron tomadas durante la modernización de los años 90.

lunes, 12 de julio de 2010

Notas sobre la historia de la central hidroeléctrica de Seira, Huesca (4)





El Cumpleaños de María Pilar.

El pasado día 3 de mayo cumplió 90 años María Pilar Jiménez – la hija pequeña de D. Federico -. Sigue con su buen humor y, según ella, no ha notado diferencias apreciables por ese año más. Desde aquí aprovecho la oportunidad para desearle un feliz cumpleaños.

Las carreteras del valle del Esera.

“ El paisaje, que ya venía adquiriendo progresivamente una recia hermosura, transfórmase de súbito y alcanza una grandiosidad bárbara, al estrecharse la ruta entre erguidos peñascales de una altivez gigantesca, que se levantan en rocas casi verticales, algunas de las cuales se elevan a más de cien metros de altura” (J. García Mercadal, Del llano a las cumbres, 1923).

Muchas, y muy poéticas, descripciones se han escrito sobre la belleza del magnífico Congosto del Ventamillo, pero también, todas, coincidían en la problemática para el tráfico de personas y mercancías.

Los problemas que acarreaba - por fin - parecía que se solucionarían cuando, en 1898, el día 23 de marzo a la una de la tarde, salió a subasta la obra para construir una carretera por su interior – a 768.969,19 pesetas subía “el presupuesto de contrata”.

Corría el mes de mayo, del mismo año, cuando “marchaban al terreno del emplazamiento de las obras del paso del congosto del Ventamillo,… los ingenieros Sres. Sans, Soler y Moreno con el representante del contratista Sr. Gallifa, para dar desde luego comienzo a los trabajos y proseguirlos sin interrupción. “

Todos los medios de comunicación eran conscientes de la importancia del evento y podemos leer en uno de ellos: “Las comarcas de Campo y Benasque ven así satisfechas legítimas aspiraciones hace muchos años acariciadas y estériles hasta ahora.”.

Las obras estuvieron llenas de “habladurías insidiosas, …de que se pretendía demorar la ejecución de las obras “. M. Gallifa, el contratista de las mismas, tenía grandes dificultades en los trabajos “por la falta de braceros” “aun pagándoles un real más de jornal”. Y pedía por carta, al Alcalde de Benasque, “rogándole ayuda y colaboración moral, para aumentar cien peones, que el no pudo encontrar”.

61.482,07 metros cúbicos de roca dura a 2,30 pesetas el metro cúbico – la roca floja a 1,50 y la tierra a 0,70 – era necesario desmontar en el Congosto de Ventamillo, según el presupuesto de la obra, para poder atravesarlo.

El congosto de Argoné, y el de Ventamillo eran, y son, el verdadero problema de las comunicaciones del valle. Los relatos de los diferentes viajeros que a lo largo del tiempo han recorrido esta tierra permite hacernos una idea de los problemas que generaba.

En 1908, los empleados del Canal de Aragón y Cataluña que estudiaban el posible aumento de caudales, y se dirigían al nacimiento del Esera, debieron dejar el automóvil del Canal en Argoné y seguir el camino en caballerías.

En ese mismo año, también los Correos tenían que coger caballerías desde Campo pues “no existe carretera ni camino para que por ellos transiten carruajes, aunque sean de dos ruedas, desde Argoné“.

El Congosto, según la jefatura de carreteras, no se abrió al público hasta el 31 de enero de 1912.

El mismo viajero que nos describía las bellezas, también nos narra las diferentes instalaciones de las obras de catalana que se encontraba.

Durante las obras de la Central se instalaron “puentes colgantes tendidos por el río para facilitar el acceso de los obreros a los sitios de trabajo”. Asimismo, también en el Congosto, “La previsión de la “Catalana de Gas” alumbró este túnel, de trecho en trecho, con lámparas eléctricas”, como se observa en la postal de la nevada de enero de 1914.

Los medios de transporte de tracción “animal”.

CGE contrataba a cualquiera que pudiera venir con sus medios de transporte, los obreros escaseaban, los medios de transporte para las piedras de las obras, también. Amontonadas, en la cercana cantera, esperaban pacientes su transporte a los muros que subían rápidamente por la multitud de obreros que afanosamente se disponían a colocarlas.

Todos los tajos aparecen cubiertos con vías, para arrastrar, mediante animales o tiradas por los propios obreros, vagonetas cargadas de materiales. La mayoría de estas vías – sistema Decauville –, tenían en común su fácil desmontaje y transporte. Una vez terminada una obra se vendían y es habitual ver anuncios en la prensa de la época. En Seira, también es habitual ver los antiguos railes de la obra hincados para vallas, soportes y demás utilidades.


Los medios de transporte de tracción mecánica.

Pilar, recordando su infancia y los relatos de su padre, me contaba; “Hasta la construcción del Chalet [ de Don Federico ], residió en Barbastro primero y luego en Graus, donde Catalana tenía unas oficinas”.

Para los desplazamientos de la jefatura y movimientos de piezas y materiales se adquirieron varios vehículos. En algunas fotografías de la obra podemos ver algunos de ellos y como les llamaba la atención a los niños de la época que posaban orgullosos a su lado.

Un periódico, en la sección de anuncios, muestra un anuncio de un distribuidor de vehículos que, haciendo gala de sus ventas, cita: “ Han sido entregados por el Automóvil Salón, durante los últimos días, los siguientes automóviles: Un 22-36 HP. Berliet a Catalana de Gas y Electricidad, Un 26-38 HP. Minerva ( sin válvulas ) a Catalana de Gas”. En el mismo anuncio podemos leer que Francisco Bastos – exconcesionario del Salto del Run - compraba para él un Minerva de 18-26 HP.

Bastos y Cía, empresa que todavía existe en la actualidad, se constituyó el 22 de enero de 1913 como “Sociedad Güell, Bastos y Bertran hermanos” con un capital de 250.000 pesetas. Dicha sociedad es, posiblemente, la más breve del Registro Mercantil de Barcelona, pues duró 24 días.

Según nos cuenta una breve historia de la firma en su 150 aniversario; “…el Señor Barón de Güell no ha pensado jamás en practicar ni ha practicado acto alguno de gerente”. Imagino que erróneamente los otros tres socios lo pondrían en los títulos – por aquello de que invirtió en la sociedad el doble de dinero que ellos -, pero al Barón no le pareció bien.

Bastos, Bertran Hnos. y Cía, como pasó a denominarse después del cambio de nombre, se dedicaba a la venta de maquinaria industrial, especialmente la relacionada con el mundo textil. Francisco Bastos Ansart era uno de los socios de dicha empresa, entre otras de sus muchas actividades. Dicha firma de Barcelona sorprendió a la población local con los materiales que suministraba, según nos cuenta otro periódico local:

“Estos últimos días ha llamado la atención del público un magnífico tren, compuesto de un tractor á vapor y cinco vagones, que la S.A. CGE ha adquirido, para su servicio hidro-eléctrico, de la Casa BASTOS, BERTRAN Hnos. y Cª, sucesores de John M. Sumner & Cº, de esta. Como á primera prueba se hizo la ascensión del tren cargado al Tibidabo, con resultado completamente satisfactorio, á pesar del estado fangoso del camino por las últimas lluvias”


Notas necrológicas:

Comenzábamos el artículo con una noticia agradable y lo terminamos con una triste; la pérdida de “dos Eduardos”. En Gerona, en casa de su hijo Javier, falleció el pasado día 12 de marzo Eduardo Aguilar, jefe de la Zona de Seira durante más de 25 años, gran persona, altruista y muy dedicado a su trabajo. El día 20 de abril falleció Eduardo Roda, compañero de trabajo, otra gran persona también, y mente inquieta e imaginativa en todos los trabajos.

Continuará.

José Antonio Cubero Guardiola

Este artículo se publicó en el número 5 de la revista " Els tres llugaróns ", Abi, Seira y Barbaruens, editada por las asociaciones culturales de dichos pueblos en el verano de 2010.


miércoles, 7 de julio de 2010

Venancia, un texto de María Pilar Jiménez.





Fotografía gentileza de María Pilar Jiménez. De izq. a der.; Venancia, cocinero, criada, chófer, niñera y pinche, de excursión por Seira. ( años 20 )

Introducción al texto:

Hace mucho tiempo que le pido a María Pilar que me escriba algo sobre Doña Prima, con sus recuerdos y sus historias. Me las estuvo contando cuando me marchaba, la primera vez que nos vimos, y me supo mal que no quedaran escritas. Cada vez que hablo con ella se lo vuelvo a pedir, y esta última visita lo tenía escrito. Gracias Pilar.

A María Pilar le encanta escribir y en sus veranos en La Granja y en su casa de Madrid ha ido escribiendo historias, recuerdos y también cuentos para sus nietos. Muchos de ellos hablan de Seira, de sus veranos entre 1920 y la guerra civil cuando veraneaban allí y de los magníficos recuerdos que guarda de entonces. De ellos he elegido, con su permiso, tres que poco a poco iré poniendo en el blog.

Los textos entre [ ] son leves variaciones y omisiones de José Antonio, con la inestimable ayuda de Charo y la licencia de Pilar, para contemporizar el texto. Los textos entre paréntesis son de Pilar.

Venancia.

Venancia G., [ nació en un pequeño pueblo perdido en la ] provincia de León. Entró en casa de mis padres a los catorce años como niñera de mi hermano Pepe, recién nacido en León en el año 1906, y se fue a vivir ( malvivir ) con una sobrina suya que le sacó todos sus ahorros, en 1952, así que estuvo con la familia de la que formaba parte como una más ¡46 años¡.

Venancia no se casó, ni creo que tuviese nunca novio, pues aunque era una bellísima persona, era muy bajita y realmente fea, así que dedicó toda su vida a cuidar de nosotros. Cuando yo nací, mi hermano Pepe tenía catorce años, Carmen once y Lolita nueve, así que Venancia puso en su niña - como ella decía - todo su cariño y todo su afán, así que en los recuerdos de mí infancia, en todos ellos, está la figura de Venancia. La veo con su mantoncillo negro y la cesta de la compra al brazo. Sentada al lado de mí cama en las gripes de todos los inviernos, contándome cuentos que ella misma se inventaba o recordando cosas de cuando era ella niña en su pueblo [ ], que era muy chiquito y estaba perdido en las montañas de León. Cuando ella llegó a casa no sabía leer ni escribir pues en vez de ir a la escuela cuidaba y ordeñaba a las vacas de sus vecinos, pues en casa eran tan pobres que no tenían mas que dos cabras y un borrico en el que su padre traía la leña para calentarse en los largos inviernos cuando la nieve los dejaba incomunicados. A sus catorce años no había probado la leche ni muchas otras cosas así que lo que se hacía para desayunar era o unas sopas de ajo o unas patatas guisadas, todo ello con abundante pimentón muy picante.

Como yo de pequeña no iba casi nunca al colegio, que era de monjas y estaba al lado de casa, por las mañanas me llevaba Venancia al mercado con ella y los domingos, que en el Olimpia ponían alguna película que yo no podía ver, después de comer Venancia y yo, cuando hacía buen tiempo, nos íbamos a a pasar la tarde al convento de la Miguelas que estaba por la carretera de Barbastro. Una vez allí, mientras ella jugaba a las cartas con la hermana portera, yo me entretenía en la huerta, que era enorme, con un perro que tenían muy grande - blanco - que se llevaba estupendamente conmigo. A la vuelta a casa, ya anochecido, si el tiempo había refrescado, Venancia me cogía en brazos y me arropaba con su mantón.

Durante los tres años terribles de la Guerra Civil, que pasamos en Madrid, donde la comida no es que escaseaba sino que casi no existía. Venancia me tomó bajo su protección, pues yo a pesar de tener ya dieciséis años, seguía siendo para ella Pilarín, su niña. Ahora, recordando, al pasar de los años, me doy cuenta de que más de una vez mi ración de pan diaria - 30 gramos - aumentaba de peso y daba para unas sopas de ajo que yo egoístamente me comía sin intentar averiguar de donde habían salido ! tenía tanta hambre ¡.

Cuando yo dejé de ser una niña ( para ella ), Venancia se convirtió en la cocinera y como en Seira la había enseñado a cocinar un francés que habían traído para la casa de empleados - que era como un buen hotel -, sabía no solo cocina española sino también francesa así que en casa se comía siempre muy bien.

Al correr de los años, además de cocinera, Venancia pasó a ser como una ama de llaves que tenía toda clase de atribuciones. Mamá la daba carta blanca para la compra y para la comida. Ella también era la que traía a casa las criadas de turno cuando la que había se iba casada. Lo malo era que en cuanto mamá [le] decía que estaba contenta con la chica ella le tomaba unos celos terribles, por eso mamá se callaba y no decía ni pio.

Cuando trajo a casa a una sobrina suya a todos nos dio muy mala espina y tuvimos razón al desconfiar de ella pues cuando a los dos años de estar en casa se llevó a su tía a vivir con ella, vendió las pocas tierras que esta tenía en el pueblo, le gastó el dinero de la cartilla y [le] hizo la vida imposible hasta que murió al poco tiempo.

Fue una persona muy importante en nuestras vidas y a mí me dejó unos recuerdos tan tiernos y bonitos que aún ahora que, ya estoy vieja y cansada, me hacen llorar al pensar en ellos.

Querida Venancia, ¿ estarás en el cielo con tu cesta de la compra al brazo y tu mantoncito negro ? Creo y espero que así sea.

María Pilar Jiménez González, La Granja, 20 de Octubre de 2000.