martes, 29 de diciembre de 2015

Notas sobre la historia de la central de Seira (15): 1915, un año aciago.


En los últimos días del pasado año se han rematado los últimos detalles de la nueva iglesia de la Colonia, bajo la advocación de la Virgen del Carmen, y el primer día de enero ya se está celebrando misa en ella. En la puerta podemos ver, entre otros, a D. Federico, a Ramón Surigué y a sus familias, todos bien abrigados, para combatir el frío que hace tras una copiosa nevada.

Diego Mayoral, el jefe del Servicio Hidroeléctrico de Catalana, no sufre los rigores del invierno en su despacho de Barcelona, donde dirige los trabajos junto a los miembros de su equipo. Sobre su mesa están los organigramas de los trabajos de la construcción de la central. Pero parece que todo sucede a cámara lenta y los objetivos que se tendrían que haber cumplido hace meses, uno tras otro, acumulan importantes retrasos. Los plazos se han alargado interminablemente. La gran guerra lo está trastocando todo. 

El Ingeniero Mayoral  -que no se imagina la envergadura de sus problemas- no ceja en su empeño de sacar adelante los trabajos. Su formación en el Politécnico de Zurich le ha abierto una ventana con una privilegiada visión de la tecnología hidroeléctrica, que en estas fechas está en plena efervescencia. En su cabeza ya visualiza la central y sus equipos. A finales del año pasado ya se hizo el pedido de la tubería de presión –que permitirá llevar el agua del rio Ésera hasta las turbinas-. Es una parte muy importante de la instalación pues debe soportar los 138 metros de altura del salto de agua -13,8 kilogramos por cada centímetro cuadrado-. La empresa alemana Ferrum ha sido la primera elegida por su dilatada experiencia en la construcción de tuberías. Hasta hace unos meses este encargo no hubiese supuesto demasiados problemas, pero ahora, con la guerra, la cosa es más complicada. Pero será mejor que nos lo explique él con sus propias palabras;

Habiendo sido imposible conseguir del gobierno inglés que autorizase el libre paso de estas tuberías por ser de procedencia alemana, se ha optado por prescindir de ella de momento.

Y es que todo está alterado, el mercado ha subido sus precios por la demanda de los contendientes, el carbón está disparado y el acero, como el que emplea para su tubería, está intocable. Hasta el pan, alimento básico en la dieta,  ha subido su precio.

Tras el fiasco de Ferrum, ha sido posible comprar 600 toneladas de acero en América, a la mayor productora de acero del mundo, la United States Steel Products Co, propiedad del magnate americano J.P. Morgan. Esta plancha de acero, que ha costado 152.143,87 pesetas, ya está en Barcelona donde se manufacturará en los talleres de  los sucesores de E. Coral para hacer una sección de la tubería. 

Rotor de la Central de Seira (Oerlikon)

Mayoral tiene otro reto por delante, debe seleccionar el fabricante de las turbinas, otra parte fundamental de la central, pero lo tiene fácil pues conoce perfectamente una de las más importantes fábricas de Zurich que le pueden solucionar su problema: Escher Wyss y Cía. Esta firma tiene en explotación un magnífico ejemplo de su buen hacer: la central de Capdella en el Pirineo leridano. Sus 836 metros de salto son la mejor tarjeta de visita que puede tener cualquier fabricante de turbinas en estas fechas. El Servicio Hidroeléctrico de Catalana de Gas les ha encargado la construcción de tres turbinas Francis para aprovechar la fuerza de las aguas del Ésera. En principio se encuentra en forma de energía potencial –por la altura- y luego al bajar por la tubería se convierte en energía cinética –por la velocidad- y gracias al movimiento de los rodetes acaba convertida en energía mecánica en los ejes. Los verdaderos artífices, los rodetes, de 1.400 mm. de diámetro y 200 mm. de ancho tendrán una potencia de 10.600 caballos de vapor cada uno. Están fundidos en bronce y los forman dos semiruedas que hacen que el agua se separe ayudando a centrarlos en el interior de su alojamiento. En la fundición de sus cámaras espirales, o coloquialmente “caracoles”, llevan grabados los números de serie 5476, 5477 y 5478. 

Todo el pedido de material que se les ha encargado a EW costará 334.000 pesetas, aunque en este presupuesto está incluido, entre otros, el regulador que es el aparato encargado de controlar la velocidad de la turbina. También están en el mismo pedido dos pequeñas turbinas Pelton para producir 600 caballos cada una, que son imprescindibles para el funcionamiento de la central. 

Para Escher Wyss este pedido es uno más del extenso listado de sus encargos. De los más de 160.000 metros cuadrados que ocupan sus talleres están saliendo, una tras otra, las turbinas de los proyectos más importantes del momento. Y no es extraño pues dispone de todos los medios necesarios para llevar a cabo estos trabajos: la experiencia, los talleres y el equipo humano. Las vías de tren que entran en sus interminables instalaciones están incesantemente recorridas por humeantes máquinas de tren que intercomunican todos los departamentos de la fábrica cargadas de grandes y pesadas piezas. Una vez terminadas las turbinas de Seira, por estas mismas vías,  las transportarán hasta la estación de Barbastro, donde se está acondicionando una grúa y unos almacenes. 

La central auxiliar número 2, ubicada en Seira, el 30 de enero de 1915.

Pero esta maravilla de la mecánica, las turbinas, se quedaría sin utilidad si no se acoplase a su eje un alternador para generar la electricidad que pretende llevar a Barcelona la compañía Catalana de Gas. Para construirlos, Mayoral, vuelve a dirigir su mirada a Zurich, pues a escasos cinco kilómetros de Escher Wyss, se hallan otros talleres igual de equipados y preparados para la construcción de los alternadores que necesita para su central. Se trata de Maschinenfabrik Oerlikon, más conocida por MFO, o por Oerlikon. En esta empresa están a pleno rendimiento y no les faltan pedidos pues están bastante atareados con su otra especialidad, la fabricación de armas, pero han aceptado el reto de construir tres alternadores de 9.000 kVA de potencia para la central. Sus negras y voluminosas carcasas lleva troqueladas los números 130960,  130961 y 130962. También fabricará los transformadores que elevarán la tensión de la línea hasta los 130.000 voltios (aunque si lo consiguen será un record, pero la tecnología está todavía por desarrollar y no está claro que lo logren). Esta es la parte mas costosa de los pedidos que ha hecho este año pues subirá en conjunto 890.000 pesetas.

Mayoral ha escrito en alemán todas las especificaciones de estos pedidos, pero también utiliza esta lengua para anotar sus impresiones en una libreta negra. Es una costumbre que tiene desde hace tiempo, a tenor del buen número de ellas que hay apiladas en su biblioteca personal. Allí da rienda suelta a sus pensamientos y se desahoga contando los problemas que está sufriendo en la ejecución de este proyecto. 

Sobre su mesa está el borrador del informe que  prepara para los accionistas  sobre la evolución de los trabajos:

Durante el pasado año de 1914 ha sido imposible realizar el programa trazado en nuestra memoria ...causas imprevistas limitaron los medios que para ello eran necesarios, asi es que desde marzo al mes de agosto las obras no hubieron de alcanzar el desarrollo que los preparativos acumulados permitían, y a partir del mes de agosto se redujeron considerablemente, según se desprende del estado de movimiento de obreros habido en este ejercicio.

Acabó el año 1914 con 215 trabajadores, lejos de los 751 de agosto. Y ahora en enero tan sólo 157 obreros luchan con los rigores invernales y las fuertes nevadas que están cayendo este año. 

La ubicación de la Central de Seira el 23 de junio de 1915.

El año pasado –reflexiona Mayoral- no se pasaron de cuatrocientos obreros de media y se gastó en salarios casi seiscientas mil pesetas que van incrementando el presupuesto y no se vislumbra la fecha de  finalización, que cada año se va retrasando. En su informe se baraja la puesta en marcha a comienzos de 1917. Esta idea le preocupa, aunque no es la única, pues la situación apartada de las obras y los problemas de mantenimiento del orden entre los obreros, como la huelga del pasado año, han retrasado las obras e impedido mantener el buen ritmo. De todo esto da buena cuenta Mayoral a la Sociedad en su informe y como solución propone la construcción, esta primavera, de un edificio-cuartel que permita albergar a los miembros de la Guardia Civil. Aunque para garantizar la seguridad de las instalaciones, de una manera continua, se  solicitará del Ministerio de la Gobernación  la creación de un puesto  permanente.

Aunque la Benemérita le acompaña, son muchos los “tajos” que tiene abiertos y como los problemas no sólo los tiene en Seira,  no extraña que en la instalación de los postes de la línea de Barcelona, aunque de un modo paulatino, [se tengan] frecuentemente que interrumpir los trabajos, tanto por las dificultades que opusieron algunos propietarios, como por las de obtener debido a las anormales circunstancias presentes, algunos postes especiales destinados a cruces de caminos y de otras líneas.

Mayoral sigue trabajando en su oficina. A mediados de año, con el buen tiempo, el Sr. Obispo vendrá a Seira para inaugurar la nueva iglesia. Así sea.


Por José Antonio Cubero Guardiola
Este artículo se publicó en el número 16 de la revista "Els tres llugaróns", Abi, Seira y Barbaruens, editada por las asociaciones culturales de dichos pueblos en el invierno de 2015




miércoles, 19 de agosto de 2015

Notas sobre la historia de la central de Seira (14): La Société Civile Française des Charbonnages de l'Esera




 
En el año 1584, reinando Felipe II, comienzan a aparecer las primeras ordenanzas que regirán la explotación minera en España. Tras algún tímido intento de modernización, en 1825, Fernando VII encarga a la Junta de Fomento el desarrollo de una nueva ley para “promover por todos los medios posibles la felicidad de [sus] vasallos”…

Las minas en estos momentos son de la corona -a la que representa el Rey- y su explotación es señorío real, por lo que su adjudicación es potestad del monarca –las regalías-. Son muchas las leyes que se promulgan en el siglo XIX para  modernizar el pais y abandonar estas prácticas feudales y en el año 1868, el Ministro de Fomento, Manuel Ruiz Zorrilla, presenta una nueva ley de minas para, según sus propias palabras, abolir “las absurdas y monstruosas ordenanzas de Felipe II”.

Esta novedosa legislación faculta que “todo español o extranjero [pueda] hacer libremente, en terrenos de dominio público” excavaciones para la búsqueda de minerales. Estas, de un tamaño máximo de diez metros, también se denominan  calicatas.  Si se realizan en terrenos cultivados o privados, requieren el permiso de los propietarios. 

 En uno de estos campos ribagorzanos –no conocemos si público o privado-, el  mes de diciembre de 1892, “unos caballeros que, por su continente y habitos, nos [parecen] extranjeros”, visitan estos rincones del Alto Aragón, armados de unas curiosas herramientas, y van picando aquí y allá.
Los dos franceses que realizan estas calicatas son Ingenieros de Minas y uno de ellos, Monsieur Magnon, es el técnico de la expedición. También participa en la misma el español Teodoro de Sierra –exdiputado según los periódicos- y propietario de la concesión. Como promotor de la visita, por la parte financiera, les acompaña el empresario francés Jules Daisson.

Esta prospección, a tenor de los informes que obtiene Monsieur Magnon, tiene un resultado inmejorable pues, según sus conclusiones, se pueden extraer dos mil toneladas diarias de carbón “sin necesidad de pozos ni galerías, simplemente a cielo descubierto”. Teodoro de Sierra, como representante de la sociedad, solicita las nuevas ampliaciones a sus concesiones que sugiere el informe y el 1 de febrero de 1893 se constituye en Burdeos la Société Civil Française des Charbonnages de l’Esera, figurando en la misma como Administrador delegado de la Sociedad en Madrid.  La sede de la nueva  Sociedad está en Paris y su Consejo de  Administración está compuesto por importantes políticos y militares de ambos paises.

En la primavera de este mismo año, lejos de allí, los ribagorzanos no están por la labor de dichos experimentos mineros, pues la impenitente sequía está acabando con sus cultivos y se suceden las “rogativas por los pueblos de esta católica comarca para implorar del Todopoderoso, por intercesión de sus patronos, el beneficio del agua para los agostados sembrados”. Afortunadamente el agua llega y las romerías se suceden para agradecer al “Altísimo tan señalado favor”. Según los cosecheros se espera una buena cosecha de vino que permitirá pasar esta sequia con menos penas…

Pero no todo son malas noticias pues a finales mes de abril, “están terminadas casi del todo las obras del hermosísimo puente de hierro…de Morillo de Liena...”, de la carretera de Benasque que  lentamente está mejorando los accesos al valle. 

Al margen de estos avances –verdaderamente transcendentes para el devenir de la iniciativa de la sociedad carbonifera-, siguen las discursiones en los medios de comunicación españoles sobre la rigurosidad del informe de Monsieur Magnon y la existencia de tal cantidad de carbón, como él defiende, o la falta de rigor que le achaca Román Oriol –Director de la Revista Minera-. Un nuevo movimiento de la carbonífera promueve la oferta de obligaciones por doce millones de francos y desata nuevas críticas a los dirigentes de la sociedad.


  
Jules Daisson.
Gallica / Bibliothèque Nationale de France

No se conocen explotaciones que avalen la necesidad de ampliación, ni tampoco se ha extraido una sola tonelada de carbón, “ni han dado un solo jornal en la zona”, comenta airado un vecino en un artículo de la Revista Minera. Esta noticia transciende las fronteras, llega a Francia y se publica en un periódico especializado, desatando la polémica sobre el tema. M. Daisson contesta a los opositores, hay diferencias entre los socios y, al final, acaban en los tribunales.

Transcurren varios años sin noticias y es en 1898 cuando, sin mucho revuelo, la sociedad cambia el nombre y se convierte en una sociedad anónima. Jules Daisson conserva el control de la misma y las concesiones. 

Algunos lectores, a estas alturas, se estarán preguntando: Todo esto parece interesante, pero, ¿qué tiene que ver con Seira y su central?. Pues bastante más de lo que podría parecer a primera vista…
M. Daisson, el promotor de todo este embrollo, cree inminente la contienda de su país con Alemania y plantea como tesis lógica que invada a su vecina Bélgica, nada más comenzar las hostilidades, para abastecerse de carbón. Por el otro bando Francia estaría desabastecida de carbón y debería  garantizar, en caso de llegar a esta situación, el suministro del combustible para las dos divisiones, o cuerpos del ejército francés, la 18 y 19, que tienen su localización cerca de los Pirineos. 

Pero, se preguntarán, ¿como piensa transportar el carbón desde las minas a nuestro país vecino?. Pues muy sencillo, con un ferrocarril eléctrico que suba desde Monzón, como un ramal de la vía de Zaragoza-Barcelona y discurra por el valle del río Ésera hasta Benasque siguiendo las directrices de un descartado proyecto ferroviario.



Moliño Dalmau, José, Memoria sobre el Ferrocarril Internacional..., 
Barcelona,1884 / Fundación Hospital de Benasque 

En 1888, José Moliñó Dalmau, ya había desgranado las opciones posibles para conectar los dos paises a través de los Pirineos. En contra de toda lógica y siguiendo las más rancias y caciquiles órdenes, se elige la opción más larga y dificil –el trayecto por Canfranc-. Aparcada queda la opción del Ésera, que es la que plantea Daisson y la que conecta de manera más rápida el Mediterraneo con Francia. En cualquier caso,  el ser el mejor trazado no lo exime de una importante inversión, y de esta manera justifica la sociedad carbonifera la necesitad de esos doce millones de pesetas que ha pedido en forma de obligaciones para poder instalarlo.  

Pero esta no es la única cuestión pendiente para M. Daisson pues necesita unas concesiones hidráulicas que le permitan “alimentar” mediante centrales eléctricas el ferrocarril que sueña. Tras los problemas de su empresa, estos años no ha estado inactivo y  ha vuelto a constituir una nueva sociedad. Ahora se denomina “Charbonnages & Forces Motrices de l’Aragon” o en su versión castellanizada como “Sociedad de estudios de la minas de carbón y Fuerzas Motrices de Aragón (sic)”. Ha refrescado sus contactos con las “fuerzas locales” -con Manuel Camo al frente- y desde el periódico de éste –El Diario de Huesca- elogian los “inteligentes estudios” y “su incansable actividad” para promover “el bienestar [de] esa comarca altoaragonesa”.

Probablemente estas volubles alabanzas las haya escrito el oscense Luciano Labastida, fiel escudero de M. Daisson, que le ha servido para alisar cuantos impedimentos ha encontrado en sus gestiones. La sociedad, con su interesada colaboración, ha solicitado nuevas concesiones  mineras y ya tiene, entre otras, 1.481 hectáreas en Bisaurri. También le han  adjudicado  varios  aprovechamientos hidroeléctricos. Uno de ellos está en el lado francés –de unos 3000 caballos- y el otro, de 6.300 caballos –en los estiajes más bajos-, está ubicado en el río Ésera, y toma sus aguas en la partida denominada Puente Argoné. La casa de máquinas de este salto se ubicará en Argoné, junto al barranco Avechachas. 

Aquí es donde entra en confrontación con los intereses de los promotores de la instalación de la central de Seira. El primigenio proyecto de la misma, realizado por el ingeniero zaragozano Francisco Bastos Ansart, requiere la instalación de varios saltos consecutivos para permitir una explotación rentable. El alto coste de la línea de alta tensión hasta Barcelona obliga a disponer de una potencia mínima a transportar -no menor de 60.000 caballos de vapor- para obtener unos razonables beneficios. Bastos ya adquirió una concesión para dicho proyecto –“El Salto de El Run”- y ha solicitado otra denominada “Puente Argoné” para realizar el proyecto, pero entre ellas, tiene una concesión –la de M. Daisson- que no es suya. 

La concesión de Bastos ha acabado, como ya conocemos, en Catalana de Gas y Electricidad. Las dificultades que ha generado la Primera Guerra Mundial han complicado todo, pero el proyecto sigue adelante. La Sociedad “de las fuerzas motrices de Aragón” no ha tenido la misma vitalidad y su concesión es un mero trámite administrativo. Aún así la Sociedad solicita una ampliación de la misma por ocho años. Le conceden dicha prórroga y así  pueden seguir hasta el año 1918 especulando con la misma.

Los proyectos de Daisson han quedado, como parecía en un principio, en un mero intento especulativo. Ni se ha sacado carbón de las minas, ni se ha construido el romántico ferrocarril eléctrico que debía atravesar el valle del Ésera. Pero mejor que sea Luciano Labastida el que nos explique de primera mano su relación con M. Daisson y el devenir de su sueño:

“un subdito francés…concesionario de las minas de Bisaurri, vino a Huesca con eficaces recomendaciones para don Manuel Camo, de elevadas personalidades de la política y de la banca. Pretendía la formación en el extranjero de una Sociedad constructora de un ferrocarril que permitiese la explotación de la cuenca carbonífera del valle de Castejón. El Señor Camo, aquel hombre extraordinario en cuyo corazón tenían cabida todos los impulsos hacia el bienestar de su tierra; que, experto conocedor de su provincia, se daba exacta cuenta de sus conveniencias y necesidades, le abrió los brazos con su habitual cortesía, prometiendo prestarle cuanta ayuda hubiera menester en aquella gigantesca empresa…Desgraciadamente dejaron pronto de existir el señor Camo [1911] y monsieur Daisson, y el asunto quedó estacionado en el ministerio de Fomento…”



Manuel Camo

Luciano Labastida llega a ocupar el puesto de alcalde de Huesca y  muere el año 1926. La concesión hidroeléctrica de Fuerzas motrices de Aragón pasa a los herederos de los promotores y, años después, en 1918, es adquirida por Catalana de Gas y Electricidad. El año 1946, pasada la Guerra Civil Española, se crea Hidroeléctrica de Cataluña, coge el testigo de la catalana y emprende el proyecto de construcción de Argoné. Dos años más tarde se pone en funcionamiento el primer grupo de la central. Todavía pasará un tiempo hasta la puesta en marcha del segundo grupo. Y tras esta, por circunstancias de explotación, se desmantelará el Salto de Puente Argoné quedando la Central de Argoné como único testigo de los sueños de Monsieur Daisson.



Por José Antonio Cubero Guardiola
Este artículo se publicó en el número 15 de la revista "Els tres llugaróns", Abi, Seira y Barbaruens, editada por las asociaciones culturales de dichos pueblos en el verano de 2015

miércoles, 21 de enero de 2015

Notas sobre la historia de la central de Seira (13). “La conducta general del elemento obrero”.





“La ley inexorable de la necesidad obliga al hombre a arrancar a la naturaleza, con incesante esfuerzo, casi todo lo que ha menester para subsistir.”

El trabajo es parte indispensable de cualquier actividad humana, primero, al desarrollarlo para la propia subsistencia y, más tarde, cuando le surge la necesidad al obrero, por su propia idea o inducida por elementos externos, de ampliar su patrimonio o necesidades, con el dinero obtenido al trabajar por cuenta ajena. 

Cuando el obrero inicia su relación laboral con el patrono se les supone a uno y a otro “la buena fe”. Desde el medievo, en las ordenaciones que regían las ciudades, pasando por los fueros, hasta las leyes modernas, todas estas relaciones estaban regladas. La existencia de reglas no suponía que las condiciones de trabajo fueran dignas ni razonables. Los cambios en la sociedad y las formas de trabajo, que trajo la revolución industrial en el siglo XIX, fueron el comienzo de la  humanización las mismas. 

Ya lo anticipa el geógrafo anarquista Élisée Reclus en sus escritos: “No habrá tranquilidad en el mundo, ni equilibrio instable en la sociedad, mientras los hombres, condenados en número infinito a la miseria, no tengan todos, después de la diaria tarea, un momento de descanso para regenerar el vigor y mantenerse así con la dignidad de seres libres y pensantes.”

En cualquier caso las leyes, a comienzo del siglo XX, no garantizan nada pues son demasiado permisivas y dejan en manos del contratador el control de la relación laboral. La palabra policía, en una acepción ahora en desuso, describe a la perfección como debe ser esta: “cortesía, buena crianza y urbanidad en el trato y costumbres”. Los manuales de policía industrial editados a comienzos del siglo XX recopilan las condiciones que se deben cumplir en la regulación de las condiciones laborales, el control de huelgas y accidentes y todo lo relacionado con los establecimientos industriales para “impedir los posibles abusos de los individuos en esa orbita de la labor humana”.

Aún suponiendo un férreo cumplimiento de las leyes, no cabe ninguna duda que los responsables de las obras públicas intentan pagar lo mínimo posible y las obras de La Catalana no son una excepción. Las importantes fluctuaciones en los flujos obreros, por la demanda de trabajadores, provoca que las empresas tengan que adaptar, muy a su pesar, los sueldos y las condiciones laborales a las existentes en otras obras coetáneas para evitar el trasvase de personal entre ellas.


Las reivindiciones, aún así, están a la orden del día y  las obras de Seira son un buen ejemplo de ello. El 14 de mayo de 1914 se convoca una huelga que secundan 300 obreros –según los periódicos- y 150 –según la empresa-. Piden “la destitución de todo el personal de encargados y jefes inmediatos y la disminución de horas de trabajo”. En previsión de conflictos se concentran 50 guardia civiles en la zona por orden del Gobernador Civil –y recomendación de la empresa-. Se inicia un tira y afloja y los huelguistas hacen parar a los 580 trabajadores que no secundan la huelga y realizan varios actos de sabotaje para presionar a la empresa. La intervención de la Guardia Civil impide que estos causen daños importantes en instalaciones y materiales. El día 18 se reanudan los trabajos sin que las pretensiones de los obreros sean atendidas. “Los promotores de la huelga son despedidos”. 

No conocemos los motivos que llevan a esta huelga y si las razones tienen justificación, pero nos sorprende que no haya ninguna contraprestación ni modificación de las condiciones laborales. Un antecedente de esta huelga, la de Capdella de junio de 1913, sirvió para mejorar sensiblemente las condiciones de trabajo –que eran absolutamente lamentables- y tuvo una duración similar, aunque, eso sí, tuvo un seguimiento muy importante y entre los promotores había personas de varias nacionalidades. Quizás el origen rural de muchos de los trabajadores de La Catalana y su poca experiencia laboral sea una de las razones del poco éxito de la misma. En cualquier caso es en las grandes ciudades donde está el caldo de cultivo de huelgas y movilizaciones y sus resultados llegan, gracias a los periódicos y la itinerancia de muchos trabajadores, a todos los lugares promoviendo las reivindicaciones como la relatada. 

Una de las informaciones que nos permitirían conocer la idiosincrasia y los orígenes de las personas que participaron en esta obra sería el registro de personal pero infortunadamente no disponemos de esta información y la única fuente son los datos que podemos obtener en los periódicos o publicaciones por accidentes e informaciones. Gracias a estos pequeños retazos podemos intentar recomponer las relaciones que existen entre los obreros y los patronos y los  problemas de convivencia entre ellos y la sociedad local, dejando a un lado la información sobre los accidentes laborales que no es el objeto de este artículo.
Un buen ejemplo de las situaciones laborales que se viven en aquellas fechas lo conocemos gracias al relato del accidente de un joven, del que se desconoce el nombre, que fallece en el montaje de la línea de alta tensión –a  la altura de Puente de Montaña-. En dicho accidente “la víctima no pudo ser identificada por llevar muy pocos días en las obras, representa unos veinticinco años y por un documento que le fue encontrado supónese es natural de Villas de Don Diego (Zamora)”.

Esta lamentable situación nos ilustra sobre las condiciones de contratación,  provocadas, en gran manera, por la falta de documentos que permitan la identificación de las personas de manera efectiva. Esta situación faculta a cualquier persona a ponerse el nombre, apellidos y origen que él decida, ocultando su identidad real. Esta circunstancia y la cercanía del camino de Francia, permite el “refugio temporal de emigrantes y aventureros, y también probablemente de prófugos y malhechores con nombres supuestos.”
No es extraño, por tanto, leer en las noticias de los periódicos de la época discusiones que acaban a tiros y con alguno de los participantes rumbo a Francia.


Todos estos problemas tienen su origen en la costumbre de la época de llevar armas de fuego. El primer incidente con las mismas, relacionado con personal de las obras, ocurre en 1913, cuando Ramón, de 30 años, natural de Liri, fallece de manera accidental al examinar con “un compañero suyo una pistola brow[n]ing [que] se le disparó, entrando el proyectil por la tetilla izquierda y ocasionándole la muerte instantánea". Las indagaciones, según la noticia, apuntan a un suceso fortuito, o un suicidio, pero unos días después se detiene al capataz Laureano como autor de dicho asesinato.

Un accidente similar le ocurre a Manuel, un joven carretero natural de Salillas, “que presta sus servicios en la Catalana de Gas”, junto al Mesón de “Anselmo” cerca de Campo, al colocarse “la faja [tuvo la desgracia] que se le cayera la pistola brow[n]ing que llevaba. Al dispararse el arma el proyectil le produjo una herida calificada de pronostico reservado en la pantorrilla izquierda”. 

No son estos los únicos incidentes con las armas de fuego pues en el año 1918 a José, un “obrero de la Catalana”, de veintiún años, “se le disparó el revólver que llevaba en el bolsillo, resultando herido en el costado.”

A tenor de estas noticias no resulta sorprendente que en una discusión en una tienda de Castejón de Sos uno de los participantes de la misma “sacó una pistola con la que les apuntó” y en el forcejeo por desarmarlo se disparara la misma causando lesiones a uno de ellos. En el juicio “El fiscal calificó los hechos como constitutivos de un delito de lesiones graves por imprudencia temeraria”, y dejando la tenencia de armas sin licencia simplemente como “una falta incidental”.

Una fuente de interés que nos aportan estos artículos es la procedencia de los trabajadores y su actividad. La información más extensa la encontramos en los relatos del accidente del viernes 26 de mayo de 1916, el más grave en todas las obras de La Catalana. Este fatídico día la rotura de una viga de un andamio provoca la caída de todas las personas que están encima. El número de accidentadas y fallecidas se eleva en total a 17. La mayoría de ellos proceden de la provincia de Huesca a excepción de uno, que es de Zaragoza. Cinco son ribagorzanos (dos de Camporrells, uno de Calvera, uno de  Benabarre y uno de Caserras), sietes son sobrarbenses (tres de Palo, uno de Toledo [de Lanata], uno  de Rañiu, uno de Murillo de Monclús y uno de Arcusa), y el resto proceden de poblaciones del resto de la provincia encontrando uno de Albelda, uno de Tamarite y uno de Bespén.


En otros accidentes encontramos datos sobre procedencias más lejanas, como Guadalajara y Castellón. También está documentada, de manera oral en conversaciones con Pilar Jiménez, la presencia de trabajadores de Murcia, que bien pueden haber sido los activistas que han provocado la huelga de 1914, pues son bastante problemáticos, según los comentarios que recuerdaa de su padre, D. Federico Jiménez. En cualquier caso si tenemos en cuenta el número de estos trabajadores de otras provincias suponen una minoría en relación con los que provienen de las cercanas comarcas.

Otro aspecto de la “conducta  obrera” que aparece de manera  señalada entre las noticias de las obras son los robos. Para alojar a los trabajadores la Compañía había habilitado unos barracones, pero algunos trabajadores se alojan en casas particulares en pueblos cercanos a las obras. Pero no todos los hospedados son honrados y José Campo Pallaruelo, un vecino de El Run, que tiene cinco obreros en su casa, denuncia “que le han robado veinticinco pesetas que tenía en un baúl en su casa y un cinto o correa”. Ese mismo día uno de los hospedados, de nombre Castor, de Quintanar de la Sierra (Burgos), es detenido por la Guardia Civil con dicho cinto y diez pesetas.

No llaman la atención estos hechos si pensamos en la forma que tienen en Madrid para librarse de las personas molestas y buscarles trabajo, que es, tal como nos cuenta un periódico de la época, enviar “una expedición de golfos, recogidos en las calles, con la pretensión de que trabajen en las obras de Riegos del Altoaragón. Esta nueva expedición es de 36, y muchos de ellos ancianos  e imposibilitados. Algunos de los golfos regresaron a Madrid el mismo día, y los útiles para el trabajo, en vista de los escasos jornales que se pagan en las obras de riegos, han marchado a El Run, donde les pagan más elevados jornales en las obras de la Compañía Catalana de Gas. El pueblo censura la falta de criterio que supone el envío de gentes inútiles para el trabajo”.


No es el objeto de este artículo el criminalizar la actuación de los obreros de la época sino señalar las actitudes reprobables que tiene lugar en las mismas. Para terminar, el suceso más llamativo de los “accidentes” que tienen lugar en las obras nos describe los daños que sufre Juan, un obrero de Lérida, de veinticinco años, que  “estando este trabajador en sus funciones junto a una máquina de aquellas obras, colocó el brazo entre los dientes del engranaje, para señalar a un compañero suyo el sitio donde estaba una carta [sic] con 1.200 pesetas, que se le había caído. Este fue alcanzado por la máquina con tanta desgracia, que resultó con extenso magullamiento en la parte superior del brazo derecho. Fue trasladado al Hospital. Las pesquisas realizadas para encontrar la cartera que se extravió, resultaron inútiles. Como presunto autor de la sustracción ha sido detenido un “compañero” del herido”.


Como contrapunto de este artículo y explicación, decir que el título de este artículo se ha tomado de un apartado del estudio “Servicios de carácter social en las obras públicas” que realizó el ingeniero de caminos y director de las obras del Pantano de la Peña, Severino Bello Poëyusan. En este excepcional trabajo se describe la conducta de los trabajadores que participan en las mismas, entre otros interesantes asuntos. En los once años que duran las obras que dirige “sólo” cuatro hechos punibles tienen lugar y únicamente en uno de ellos tienen que participar las autoridades. La mayoría de los problemas se solucionan internamente con el despido de los implicados. Una característica que describe el ambiente “verdaderamente ejemplar” de dichas obras, es que una de las soluciones para los conflictos consiste en “descuentos voluntarios” a favor de la cooperativa obrera o el recargo con servicios temporales extraordinarios para castigar las infracciones. Otra circunstancia que nos habla del  carácter especial de la dirección de estas obras es la amonestación que se hace a dos mulateros “por golpear a las bestias y vociferar”.

Por José Antonio Cubero Guardiola




Este artículo se publicó en el número 14 de la revista "Els tres llugaróns", Abi, Seira y Barbaruens, editada por las asociaciones culturales de dichos pueblos en el invierno de 2014