lunes, 10 de enero de 2011

Don Federico Jiménez Fernández, un pintor de la Corte en Huesca.


Federico Jiménez Fernández en 1907, Colección Familia Jiménez.

El Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid abrió sus puertas en 1835 “imbuído del más puro espíritu romántico-liberal”. En 1903 una importante selección de los intelectuales de la época aparecían como socios, entre los que se encontraba el político Segismundo Moret, presidente del mismo y del Gobierno de España en el periodo 1905-1906. En la lista de socios, que podemos consultar en la web del Ateneo, aparece un apartado de "socios de Mérito" y allí, entre multitud de personajes conocidos, encontramos pintores de renombre como Sorolla y Madrazo. Pero es el socio número 3.480, "Jiménez (D. Federico), Pintor, Atocha, 64", la persona de nuestro interés.

Don Federico Jiménez Fernández nació en Madrid el año 1841 y se formó en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de San Fernando. Viajó a Paris, como otros pintores de la época, a conocer la vanguardia de aquellas fechas y ampliar su formación. Su trayectoria pictórica está principalmente dedicada a los bodegones y en especial a la pintura de animales domésticos y aves de corral. “Compró en el mercado unas gallinas y los pescados que necesitaba, los utilizó como modelos y después los llevó a la cocina para comer el día de Año Nuevo”, cuenta su nieta Pilar ante una de sus obras.

Sus cuadros de naturaleza fueron reconocidos en la época y ya en 1862 "el Estado pagó 2.000 reales" por una de sus pinturas. En 1865 la revista de arte "El Museo Universal" nos cuenta otro éxito al conseguir la medalla de tercera clase en la categoría "pintura de género". Participó en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes obteniendo medallas y condecoraciones. Las exposiciones Internacionales de Bayona y Viena le supusieron nuevos premios. "En Paris obtuvo una medalla de oro" –relata orgullosa su nieta Pilar-.

Su visión de los bodegones le llevo a pintar una particular versión del "Juicio de Paris". En esta "divertida parodia" vemos a Paris y las tres bellas diosas sustituidas por un gallo y tres gallinas. (Esta obra del Museo del Prado -la podemos ver su diccionario on-line de pintores- está en depósito en el Museo Municipal de Játiva).

También tuvo interesantes incursiones en otros estilos y en el Ateneo de Madrid, en la galería de retratos, tenemos el de Don Agustín Arguelles “el divino”, ministro de Isabel II, obra que se le atribuye y ha sido recientemente restaurado. Allí, en la “Cacharrería”, podemos ver un cuadro en gran formato, de 1886, “Pájaros en la rama de un árbol” y, en otra sala, “Pavo real en una tapia” de 1880.

José Jiménez Fernández retratado por su hermano Federico, Colección familia Jiménez.

José Jiménez Fernández, Paisajista.

Federico no era el único artista de la familia, su hermano pequeño José también era pintor. Coincidieron en su formación en la Escuela de San Fernando pero José se decidió por la pintura de paisajes. Allí, un pintor hispano-belga, Carlos de Haes, estaba cambiando con sus cuadros la visión del paisajismo español y de sus discípulos, entre ellos José. De su escuela salieron importantes paisajistas como Dario de Regoyos y Aureliano de Berruete.

José es un alumno aventajado de Carlos de Haes y los tres años junto al maestro lo han convertido en un fiel seguidor de su técnica y un reputado pintor. Tras la Exposición Nacional de 1864, recibe una mención honorífica especial y un cuadro suyo pasa a formar parte de la colección del Museo del Prado. Un día sale a tomar los bocetos que, siguiendo la técnica de su maestro, deben coger en la naturaleza, parte rumbo a la sierra –cuenta 27 años- pero una pulmonía trunca su brillante futuro.

Federico se casó y tuvo con Josefa -su mujer- dos hijos; Josefina y, el 4 de Octubre de 1872, Federico. Vivían en la madrileña calle de Malasaña en el distrito de la Universidad. La pintura le permitió una vida acomodada y "alternaba la pintura de cuadros con encargos para decorar palacetes" -recuerda Pilar-.

Su hijo, Federico Francisco Isidro Alejandro Giménez y del Yerro, según el registro civil, se matriculó en la Escuela de Ingenieros de Caminos y gracias a los ingresos de su padre pudo acabar la carrera.

La familia Jiménez parte rumbo a Palencia. Todos juntos recorrerán cada uno de los destinos del joven ingeniero. El pintor ya cuenta sesenta años, los pinceles y el caballete son un entretenimiento para él.

En León, en alguno de sus largos paseos, su hijo Federico conoce a Carmen. Ella está huérfana y aunque nació en El Carpio -en la lejana Córdoba- un tío suyo la acoge. Se casan en la Catedral de León –un día a las siete de la mañana- y tienen tres hijos; José, María del Carmen y María de los Dolores. Para ayudar en las labores de la casa contratan a Venancia, una joven que les acompañará durante toda su vida.

Comenzaba el siglo, y en 1906, tras largos años de despropósitos, se terminó la obra del Canal de Aragón y Cataluña. En 1912 estaba a punto de llenarse el pantano de la Peña y, a su vez, era el comienzo de la aventura hidroeléctrica en Seira. Catalana de Gas y Electricidad, concesionaria del salto, se puso en contacto con su hijo y el 13 de agosto de 1912, tal como consta en su expediente personal, solicita el pase a supernumerario para "dedicarse a sus asuntos particulares".

“La Catalana”, como familiarmente se conocía a Catalana de Gas, construyó en el río Ésera la central Hidroeléctrica de Seira. “Don Federico”, tal como lo recuerdan en Seira, fue el ingeniero-jefe coordinando una obra que se desarrolló desde 1912 hasta su inauguración el 6 de agosto de 1918.

La familia Jiménez vuelve a trasladarse y Josefina, cuya salud es aparentemente más débil “aunque los enterró a todos” –comenta Pilar-, obliga a demorar el cambio de domicilio. Primero residen en Barbastro, para trasladarse en 1913 a Graus y, tras una breve estancia, fijar durante varios años su residencia en Seira. Allí, en las fotos de familia, lo podemos ver, con su abigarrada figura, luciendo el espeso bigote, en la comunión de su nieta. No se conocen cuadros de aquella época, seguía pintando por placer.

Las obras de Seira se acaban y tras una breve estancia en Monzón, donde nació Pilar -su nieta más joven-, la familia Jiménez fijó su residencia en el número 61 del Coso oscense. El nuevo puesto de su hijo en la recién formada Confederación Sindical Hidrográfica le obliga a recorrer las obras de los pantanos de Belsué y Cienfuens. Allí en la casa del director de las obras, en el gallinero, tenía vía libre para utilizar todas aquellas modelos y sólo con un carboncillo, en las paredes, pintaba bocetos del natural. “Venían los obreros del pantano a que les pintara en cartones y papeles algún dibujo”, recuerda Pilar.

Según su nieta pintó una particular versión de la campana de Huesca, sustituyendo los nobles por animales, pero no he podido encontrar ninguna información sobre su existencia.

En Huesca, con su gorro, su bata y su pipa escondida en el bolsillo –no le dejaban fumar-, por los largos pasillos de aquella vivienda, pasó los últimos años de su vida. Tras una mala caída falleció a los 90 años de edad el 31 de marzo de 1931.

En la Hemeroteca del Diario del Altoaragón, recientemente puesta en servicio, podemos consultar el Diario de Huesca de aquel lejano uno de abril de 1931, y allí nos informan que D. Federico ha iniciado su último viaje. Su esquela nos recuerda que era Comendador de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, distintivo que desde 1771 premia los servicios prestados a la patria. En ese mismo periódico un artículo nos habla de su vida –el autor de la misma lo conoció en Seira- y glosa su personalidad como artista: “no experimentaba más goce que el de la Naturaleza y el de sus producciones pictóricas, acertadas y notables, y por ellas vivía apartado de toda relación social”.

BIBLIOGRAFIA:

Carlos Reyero, El valor del precio. Tasación y compraventa en el Madrid Isabelino (1850-1868), Universidad Autónoma de Madrid.

Triadó, Joan-Ramón y Triadó, Xavier, El paisaje de Giotto a Antonio López, Arte Carroggio, Barcelona 2007.

WEBGRAFIA:

Ateneo de Madrid.

Museo del Prado. Enciclopedia on-line.

Biblioteca virtual Cervantes, El Museo Universal.


Este artículo se publicó en el Diario del AltoAragón el domingo 9 de diciembre de 2011.

Me gustaría dedicarle este artículo a la nieta de Don Federico, Pilarín, que conserva su ilusión
por la vida y su fino, e inteligente, sentido del humor.

jueves, 6 de enero de 2011

Notas sobre la historia de la central de Seira (5).







El cambio de la forma de vida en la Ribagorza.

"…se disponen a su recolección [de la cosecha de cereales] las mujeres y los niños, por cuanto los hombres todos salen a la tierra baja a ganar con su frente sudorosa el pan para sus esposas e hijos".


La situación económica de la época, por las continuas sequías y la perdida de cosechas, era muy mala. La economía del Altoaragón se sustentaba en el autoconsumo. Todo eran pequeños agricultores y ganaderos que malvivían con sus pequeña producción. Algunas concesiones de minas –todas ellas con nombres femeninos- se leían en los periódicos, pero casi nunca dejaron de ser más que eso y…una clara expresión del caciquismo del momento. La situación se complicaba en las zonas de montaña, allí se autoabastecían de todo y, según las palabras de un viajero de la época: Seira tenía “…riqueza en ganados, 200 en vacuno, 240 cabrío, 1210 lanar y 115 de cerda; un molino harinero capaz de 300 Kg. diarios; 13 hornos capaces para 500 Kg. diarios; una fuente ; producción, trigo, patata y judía, déficit en trigo y exceso en patata”.

Todas las zonas afectadas por alguna “gran obra” estaban a punto de realizar una transformación absoluta de sus costumbres y trabajos. Se iba a producir el abandono del patrimonio propio, por parte de los hombres, para trasladarse a trabajar a las obras y la explotación de las tierras y ganados se llevaría a cabo por las mujeres y los niños.


Huesca y la cercana Lérida gracias a la construcción de carreteras, ferrocarriles, pantanos, canales y centrales hidroeléctricas iban a aglutinar a miles de obreros venidos de todas partes de España. Los trabajadores, en grupos, se desplazaban en busca de trabajo y de unas mejores condiciones laborales. Un periódico de la época nos lo explica: " En pocos días han pasado por esta ciudad unos 200 murcianos en dirección a Capdella en busca de trabajo; daban lástima por su estado precario, tanto, que el Ayuntamiento… tuvo que socorrerles...".

Los obreros de la Catalana.

No se conoce, con exactitud, el número de obreros que pudieron trabajar en la obra de Seira, no he encontrado documentación, pero a las personas que les he preguntado siempre hablan de 2.000, aunque a mí me parecen pocos. Las cantidades son muy difíciles de conocer porque fluctuaban mucho y, lógicamente, dependían de los trabajos a realizar. En 1913 al comienzo de las obras -para hacerse una idea-, pagaban 800.000 pesetas en jornales al mes. En el verano de 1917, un corresponsal nos cuenta: “Actualmente trabajan unos 1.500 obreros, pero este número se elevará a 3.000 ó 4.000 cuando hayan terminado las faenas de recolección, que ahora están en su apogeo”.. En la Central de Capdella en Lérida, coetánea de Seira, para hacer la carretera reunieron a 3.000 personas que, en tres meses, abrieron el acceso a las obras.

Hemeroteca del Diario del Altoaragón.

El Canal de Aragón y Cataluña fue la primera gran obra del Altoaragón y allí se reunieron miles de obreros. En 1904 se iniciaron las obras del Pantano de la Peña, cerca de Ayerbe, y allí, al terminar los trabajos del canal, fueron desplazándose multitud en busca de trabajo. Mientras duraron las obras del pantano, en 1912, se iniciaron los trabajos en de Seira (S.G.F.H / Catalana de Gas ) , Capdella (Energía Eléctrica de Cataluña), Serós (Riegos y Fuerzas del Ebro) y el ferrocarril Zuera-Canfranc que complicó la estabilidad de los obreros en los tajos. Los comentarios, que corrían de boca en boca o leyendo los anuncios de la prensa, eran el reclamo para atraer a inmensos grupos que abandonaban una obra, en busca de mejores condiciones de trabajo y, por supuesto, mejor sueldo. En algunos casos tuvo que prohibir el acceso la guardia civil para evitar altercados, pues al llegar allí se encontraban con todo cubierto, y las obras no podían darles trabajo. Para evitar estos problemas, las obras empezaron a poner primas por tiempo, y enganchar a los trabajadores en los meses de verano que, los locales, empleaban para ayudar en las labores del campo. En el Pantano de la Peña, modelo de eficiencia y ejemplo de organización, tuvieron que traer canteros de Lugo.

Carpinteros de Seira. Fototeca. DPH.

En el Diario de Huesca aparece en junio de 1913 el primer anuncio, de Catalana de Gas y Electricidad, buscando “peones, carpinteros y canteros”. Como todavía no estaban terminadas las oficinas de Seira, los dirigen “a la oficina de obras de Graus” que temporalmente fue el lugar donde se organizaba todo. En esos momentos se construyen las oficinas, el chalet de Don Federico –que reside en Graus-, y los talleres e instalaciones anexas.

En Santaliestra, el carpintero le enseña a su hijo, el joven José María Aventín, las artes de su gremio, y este se sube a Seira para trabajar en las obras. En la foto podemos ver a todos los carpinteros, entre los que se encuentra José María, en una caseta de las obras junto a sus herramientas -que debían traer para trabajar- mostrándolas orgullosos. Más tarde decide aprender el oficio de ebanista en Huesca y allí se convertirá en un prestigioso profesional para, más tarde, dedicarse a la escultura.(*)


Los mineros se comenzaron a utilizar en 1916 para los casi nueve kilómetros de túnel que se debía excavar mediante compresores y dinamita. Casi todos los accidentes que se produjeron en la obra, y en otras coetáneas, fueron debidos al uso de la misma. En los periódicos de la época se buscan “mineros y peones” y más tarde “barreneros y peones”.
Pasado esta parte de los trabajos, en 1917, se buscan albañiles. Siempre, en todas las demandas, se buscan peones.

En otras obras llegaron obreros suizos, alemanes, e italianos, por la naturaleza de los accionistas probablemente, pero en Seira, siguiendo los accidentes y reseñas, la mayoría de los trabajadores eran españoles. Otros acababan en Seira por diversas circunstancias: “Ha enviado el Gobierno otra expedición de golfos, recogidos en las calles de Madrid, con la pretensión de que trabajen en las obras de Riegos del Altoaragón… muchos de ellos, ancianos e imposibilitados. Algunos de los golfos regresaron a Madrid el mismo día, y los útiles para el trabajo, en vista de los escasos jornales que se pagan en las obras de riegos, han marchado a El Run, donde les pagan más elevados jornales en las obras de la Compañía Catalana de Gas y Electricidad”.


En Seira, en 1917, aplicaron unas primas para intentar incentivar la permanencia de los obreros. Les pagaban el billete de “jornalero” desde la estación de origen a Barbastro, y el billete de autos de Barbastro a Seira y la vuelta si trabajaban 13 jornales la quincena durante tres meses. Si cumplían esas condiciones las 3,50 pesetas del jornal de un peón, se podían convertir en 4,66 pesetas.

La huelga.

En 1913 en Capdella hay una huelga, los obreros están cansados de dormir en lugares inmundos, comer mal y cobrar poco. La empresa llama a la Guardia Civil y 2.200 obreros van a la huelga. El gobernador hace de intermediario y llegan a un acuerdo. Los obreros no suponían riesgo por su conflictividad porque estaban desorganizados pero al comienzo de las obras se había aumentado la dotación del cuartel de la zona. Como todo se contaba por los obreros que circulaban entre las obras, en mayo de 1914 se declaran 300 obreros en huelga en Seira. Al anuncio se concentran las fuerzas de la guardia civil que permanecerán en la zona hasta que se soluciona el conflicto el día 21 de mayo.


Los obreros de Capdella habían mejorado mucho sus condiciones de trabajo, gracias a la huelga, pero de Seira no conocemos los motivos (**) de la misma ni el resultado de sus esfuerzos. El documento que hicieron en Capdella, tras la huelga, nos muestra los avances obtenidos, y permite conocer las condiciones de trabajo de la época.
"Cambiar la paja de los dormitorios, separar el espacio de la cocina al destinado a los dormitorios y poner, en estos últimos, ventanas" era una de las nueve cláusulas que habían obtenido.

En la época, en las obras públicas, se utilizaba la jornada “de sol a sol”, “en diciembre, desde las siete horas de la mañana, hasta las cuatro horas treinta minutos de la tarde, con treinta y cinco minutos para almorzar y una hora para comer; en junio desde las cuatro horas cuarenta y cinco minutos de la mañana, hasta las siete horas quince minutos de la tarde, con cuarenta minutos para almorzar, dos horas para comer y treinta minutos para merendar”.

Continuará.
José Antonio Cubero Guardiola


Bibliografía y notas:

(*) Lasaosa Susín, Ramón, Dos escultores ribagorzanos del siglo XX: Felipe Coscolla y José María Aventín, Graus, 2002, Lux Ripacurtiae VI, p 69-79.

Boneta i Carrera, Martí, La Vall Fosca: Els Llacs de la llum. Desenvolupament sòcio-econòmic a començaments del segle XX, Garsineu edicions, Tremp, 2003, 187p.

Las referencias a corresponsales y cifras están sacadas de diferentes hemerotecas, periódicos y publicaciones periódicas.

Este artículo se publicó en el número 6 de la revista " Els tres llugaróns ", Abi, Seira y Barbaruens, editada por las asociaciones culturales de dichos pueblos en el invierno de 2011.

(**) 20110106 Después de su publicación encontré la nota "perdida"; "Se han declarado en paro más de 300 obreros de los que trabajan en las obras de la Compañía de Gas y Electricidad del Run. Solicitan aumento de jornal. En previsión de acontecimientos se ha ordenado la concentración de fuerzas de la benemérita."