Fotografía gentileza de María Pilar Jiménez. De izq. a der.; Venancia, cocinero, criada, chófer, niñera y pinche, de excursión por Seira. ( años 20 )
Introducción al texto:
Hace mucho tiempo que le pido a María Pilar que me escriba algo sobre Doña Prima, con sus recuerdos y sus historias. Me las estuvo contando cuando me marchaba, la primera vez que nos vimos, y me supo mal que no quedaran escritas. Cada vez que hablo con ella se lo vuelvo a pedir, y esta última visita lo tenía escrito. Gracias Pilar.
A María Pilar le encanta escribir y en sus veranos en La Granja y en su casa de Madrid ha ido escribiendo historias, recuerdos y también cuentos para sus nietos. Muchos de ellos hablan de Seira, de sus veranos entre 1920 y la guerra civil cuando veraneaban allí y de los magníficos recuerdos que guarda de entonces. De ellos he elegido, con su permiso, tres que poco a poco iré poniendo en el blog.
Los textos entre [ ] son leves variaciones y omisiones de José Antonio, con la inestimable ayuda de Charo y la licencia de Pilar, para contemporizar el texto. Los textos entre paréntesis son de Pilar.
Hace mucho tiempo que le pido a María Pilar que me escriba algo sobre Doña Prima, con sus recuerdos y sus historias. Me las estuvo contando cuando me marchaba, la primera vez que nos vimos, y me supo mal que no quedaran escritas. Cada vez que hablo con ella se lo vuelvo a pedir, y esta última visita lo tenía escrito. Gracias Pilar.
A María Pilar le encanta escribir y en sus veranos en La Granja y en su casa de Madrid ha ido escribiendo historias, recuerdos y también cuentos para sus nietos. Muchos de ellos hablan de Seira, de sus veranos entre 1920 y la guerra civil cuando veraneaban allí y de los magníficos recuerdos que guarda de entonces. De ellos he elegido, con su permiso, tres que poco a poco iré poniendo en el blog.
Los textos entre [ ] son leves variaciones y omisiones de José Antonio, con la inestimable ayuda de Charo y la licencia de Pilar, para contemporizar el texto. Los textos entre paréntesis son de Pilar.
Venancia.
Venancia G., [ nació en un pequeño pueblo perdido en la ] provincia de León. Entró en casa de mis padres a los catorce años como niñera de mi hermano Pepe, recién nacido en León en el año 1906, y se fue a vivir ( malvivir ) con una sobrina suya que le sacó todos sus ahorros, en 1952, así que estuvo con la familia de la que formaba parte como una más ¡46 años¡.
Venancia no se casó, ni creo que tuviese nunca novio, pues aunque era una bellísima persona, era muy bajita y realmente fea, así que dedicó toda su vida a cuidar de nosotros. Cuando yo nací, mi hermano Pepe tenía catorce años, Carmen once y Lolita nueve, así que Venancia puso en su niña - como ella decía - todo su cariño y todo su afán, así que en los recuerdos de mí infancia, en todos ellos, está la figura de Venancia. La veo con su mantoncillo negro y la cesta de la compra al brazo. Sentada al lado de mí cama en las gripes de todos los inviernos, contándome cuentos que ella misma se inventaba o recordando cosas de cuando era ella niña en su pueblo [ ], que era muy chiquito y estaba perdido en las montañas de León. Cuando ella llegó a casa no sabía leer ni escribir pues en vez de ir a la escuela cuidaba y ordeñaba a las vacas de sus vecinos, pues en casa eran tan pobres que no tenían mas que dos cabras y un borrico en el que su padre traía la leña para calentarse en los largos inviernos cuando la nieve los dejaba incomunicados. A sus catorce años no había probado la leche ni muchas otras cosas así que lo que se hacía para desayunar era o unas sopas de ajo o unas patatas guisadas, todo ello con abundante pimentón muy picante.
Como yo de pequeña no iba casi nunca al colegio, que era de monjas y estaba al lado de casa, por las mañanas me llevaba Venancia al mercado con ella y los domingos, que en el Olimpia ponían alguna película que yo no podía ver, después de comer Venancia y yo, cuando hacía buen tiempo, nos íbamos a a pasar la tarde al convento de la Miguelas que estaba por la carretera de Barbastro. Una vez allí, mientras ella jugaba a las cartas con la hermana portera, yo me entretenía en la huerta, que era enorme, con un perro que tenían muy grande - blanco - que se llevaba estupendamente conmigo. A la vuelta a casa, ya anochecido, si el tiempo había refrescado, Venancia me cogía en brazos y me arropaba con su mantón.
Durante los tres años terribles de la Guerra Civil, que pasamos en Madrid, donde la comida no es que escaseaba sino que casi no existía. Venancia me tomó bajo su protección, pues yo a pesar de tener ya dieciséis años, seguía siendo para ella Pilarín, su niña. Ahora, recordando, al pasar de los años, me doy cuenta de que más de una vez mi ración de pan diaria - 30 gramos - aumentaba de peso y daba para unas sopas de ajo que yo egoístamente me comía sin intentar averiguar de donde habían salido ! tenía tanta hambre ¡.
Cuando yo dejé de ser una niña ( para ella ), Venancia se convirtió en la cocinera y como en Seira la había enseñado a cocinar un francés que habían traído para la casa de empleados - que era como un buen hotel -, sabía no solo cocina española sino también francesa así que en casa se comía siempre muy bien.
Al correr de los años, además de cocinera, Venancia pasó a ser como una ama de llaves que tenía toda clase de atribuciones. Mamá la daba carta blanca para la compra y para la comida. Ella también era la que traía a casa las criadas de turno cuando la que había se iba casada. Lo malo era que en cuanto mamá [le] decía que estaba contenta con la chica ella le tomaba unos celos terribles, por eso mamá se callaba y no decía ni pio.
Cuando trajo a casa a una sobrina suya a todos nos dio muy mala espina y tuvimos razón al desconfiar de ella pues cuando a los dos años de estar en casa se llevó a su tía a vivir con ella, vendió las pocas tierras que esta tenía en el pueblo, le gastó el dinero de la cartilla y [le] hizo la vida imposible hasta que murió al poco tiempo.
Fue una persona muy importante en nuestras vidas y a mí me dejó unos recuerdos tan tiernos y bonitos que aún ahora que, ya estoy vieja y cansada, me hacen llorar al pensar en ellos.
Querida Venancia, ¿ estarás en el cielo con tu cesta de la compra al brazo y tu mantoncito negro ? Creo y espero que así sea.
María Pilar Jiménez González, La Granja, 20 de Octubre de 2000.
Venancia G., [ nació en un pequeño pueblo perdido en la ] provincia de León. Entró en casa de mis padres a los catorce años como niñera de mi hermano Pepe, recién nacido en León en el año 1906, y se fue a vivir ( malvivir ) con una sobrina suya que le sacó todos sus ahorros, en 1952, así que estuvo con la familia de la que formaba parte como una más ¡46 años¡.
Venancia no se casó, ni creo que tuviese nunca novio, pues aunque era una bellísima persona, era muy bajita y realmente fea, así que dedicó toda su vida a cuidar de nosotros. Cuando yo nací, mi hermano Pepe tenía catorce años, Carmen once y Lolita nueve, así que Venancia puso en su niña - como ella decía - todo su cariño y todo su afán, así que en los recuerdos de mí infancia, en todos ellos, está la figura de Venancia. La veo con su mantoncillo negro y la cesta de la compra al brazo. Sentada al lado de mí cama en las gripes de todos los inviernos, contándome cuentos que ella misma se inventaba o recordando cosas de cuando era ella niña en su pueblo [ ], que era muy chiquito y estaba perdido en las montañas de León. Cuando ella llegó a casa no sabía leer ni escribir pues en vez de ir a la escuela cuidaba y ordeñaba a las vacas de sus vecinos, pues en casa eran tan pobres que no tenían mas que dos cabras y un borrico en el que su padre traía la leña para calentarse en los largos inviernos cuando la nieve los dejaba incomunicados. A sus catorce años no había probado la leche ni muchas otras cosas así que lo que se hacía para desayunar era o unas sopas de ajo o unas patatas guisadas, todo ello con abundante pimentón muy picante.
Como yo de pequeña no iba casi nunca al colegio, que era de monjas y estaba al lado de casa, por las mañanas me llevaba Venancia al mercado con ella y los domingos, que en el Olimpia ponían alguna película que yo no podía ver, después de comer Venancia y yo, cuando hacía buen tiempo, nos íbamos a a pasar la tarde al convento de la Miguelas que estaba por la carretera de Barbastro. Una vez allí, mientras ella jugaba a las cartas con la hermana portera, yo me entretenía en la huerta, que era enorme, con un perro que tenían muy grande - blanco - que se llevaba estupendamente conmigo. A la vuelta a casa, ya anochecido, si el tiempo había refrescado, Venancia me cogía en brazos y me arropaba con su mantón.
Durante los tres años terribles de la Guerra Civil, que pasamos en Madrid, donde la comida no es que escaseaba sino que casi no existía. Venancia me tomó bajo su protección, pues yo a pesar de tener ya dieciséis años, seguía siendo para ella Pilarín, su niña. Ahora, recordando, al pasar de los años, me doy cuenta de que más de una vez mi ración de pan diaria - 30 gramos - aumentaba de peso y daba para unas sopas de ajo que yo egoístamente me comía sin intentar averiguar de donde habían salido ! tenía tanta hambre ¡.
Cuando yo dejé de ser una niña ( para ella ), Venancia se convirtió en la cocinera y como en Seira la había enseñado a cocinar un francés que habían traído para la casa de empleados - que era como un buen hotel -, sabía no solo cocina española sino también francesa así que en casa se comía siempre muy bien.
Al correr de los años, además de cocinera, Venancia pasó a ser como una ama de llaves que tenía toda clase de atribuciones. Mamá la daba carta blanca para la compra y para la comida. Ella también era la que traía a casa las criadas de turno cuando la que había se iba casada. Lo malo era que en cuanto mamá [le] decía que estaba contenta con la chica ella le tomaba unos celos terribles, por eso mamá se callaba y no decía ni pio.
Cuando trajo a casa a una sobrina suya a todos nos dio muy mala espina y tuvimos razón al desconfiar de ella pues cuando a los dos años de estar en casa se llevó a su tía a vivir con ella, vendió las pocas tierras que esta tenía en el pueblo, le gastó el dinero de la cartilla y [le] hizo la vida imposible hasta que murió al poco tiempo.
Fue una persona muy importante en nuestras vidas y a mí me dejó unos recuerdos tan tiernos y bonitos que aún ahora que, ya estoy vieja y cansada, me hacen llorar al pensar en ellos.
Querida Venancia, ¿ estarás en el cielo con tu cesta de la compra al brazo y tu mantoncito negro ? Creo y espero que así sea.
María Pilar Jiménez González, La Granja, 20 de Octubre de 2000.
Son las historias como esta las que ponen en relieve los momentos más simples de la vida. Esas pequeñas cosas diarias que nos pasan desapercibidas en su momento pero que dejan una huella imborrable con el tiempo. Releerla de nuevo me invita a pasear entre las vivencias de un ser tan sensible y emotivo como su autora, los sentimientos que afloran en su texto son caricias que casi rozan mi piel.
ResponderEliminarGracias María Pilar, por compartir con nosotros tus recuerdos, y a ti, José Antonio, con tu sensibilidad para encontrar la belleza, por acercarnos a ella.
Cuando leí por primera vez un texto de María Pilar, 18 años creo que se titulaba, me gustó mucho por lo sentimientos que expresaba, como lo hacía, y lo que decía. Pero era un texto muy duro y, aunque estaba escrito recientemente, destilaba los sentimientos profundos de aquella época. Pilar, con su magnífico sentido del humor, le había puesto algunos detalles pero seguía siendo muy intenso.
ResponderEliminarEn un momento pensé en pedirle que me lo dejara poner en el blog pero, al releerlo mentalmente y recapacitar, me di cuenta de que era demasiado personal.
Estos tres textos que le he pedido poner en internet son igualmente personales, pero están en el filo de lo íntimo y lo descriptivo. Creo que son muy expresivos y demuestran, como tú dices, su sensibilidad.
Mi labor, simplemente, ha sido intentar que estos textos los puedan disfrutar todos aquellos que pasen por este blog o tengan interés en conocer algo más de esta historia. De esta manera el trabajo anónimo de Pilar se ve reconocido y, gracias a su mágnifica memoria y su habilidad como escritora, tenemos una visión más personal y profunda de esta época.