lunes, 11 de agosto de 2025

Notas sobre la historia de la central de Seira (33): La riada de 1925.


En verano los pueblos celebran sus fiestas. Los labriegos “contornean las hoces y aceradas hojas cortan las doradas espigas” que “huesudas bestias atadas a los trillos corren y corren por las pistas de las eras” donde “mujeres enmorenadas rellenan las talegas”.

Hace cien años, el año 1925, los periódicos narraban lo malo que había sido el invierno anterior para la agricultura y la primavera “a causa de la prolongada sequía que malogró en unos puntos y anuló en otros la cosecha de cereales y pésimo se presenta el verano”. Desde Graus, en mayo, vista la gravedad de la situación, “se principiaron las rogativas, y nos favoreció el Todopoderoso con abundantes lluvias, que fueron calmadas las ansiedades y temores del vecindario ante la pertinaz sequía”. El día de la Ascensión se eligió para una “solemne función de gracias, con solemne festividad religiosa…concurridísima y emocionante procesión, entonando el santo rosario un nutrido coro de señoritas, acompañado de la banda de música, y por último se cantó el Te Deum en la capilla del Santo Cristo a todo órgano. Bien podemos decir que Dios aprieta, pero no ahoga, y menos con las fervorosas y piadosísimas plegarias que el Alto Aragón creyente le ha dirigido durante el mes de mayo.”

El 19 de julio llegó a Aragón un fuerte temporal que trajo grandes aguaceros en el Pirineo, provocando, entre otras, la crecida del río Gallego. Los periódicos no se hicieron eco hasta el 22 de julio, día en que El Diario de Huesca comentaba en un artículo titulado “Inundaciones y pedriscos” que no se podía trillar en las eras porque “estamos hace ocho días bajo un régimen de tempestades que no solo imposibilita esa labor, sino que además origina graves perjuicios a viñedos, olivos y hortalizas”.  

Todavía no se conocían todos los efectos que estas tormentas habían provocado en la provincia, pero, poco a poco, los pueblos enviaban crónicas sobre los daños ocasionados por los aguaceros. En Monzón una chispa eléctrica mató a un labriego e hirió a su hermano, en Tamarite no se produjeron daños, pero en los pueblos vecinos la tormenta, que el día 19 acabó en pedrisco, si los produjo. Ansó se quedó aislado y los relatos que enviaban desde la zona estremecen por su crudeza: 

“El rio, sin frenos, dueño del paisaje, iba ganando la carretera, robando el terreno, con amenaza inminente de arrastrar, en su loco torbellino, al autobús correo que fatigosamente subía la cuesta empinada, alucinado por el reflejo del relámpago y bajo el fragor de una tormenta que en aquellas gargantas rocosas alcanzó apocalípticas proporciones.”

En la cabecera del río Ésera la intensidad de las lluvias fue especialmente fuerte y la noche del 21 al 22 de julio de 1925 se produjo el máximo de una crecida, que recordarán toda la vida los habitantes de la ribera del río Ésera y, en especial, los habitantes de Benasque. El río se desbordó y convirtió la villa en una isla, pues era tal el caudal del Ésera que invadió la calle Mayor. La desconcertante crecida, que se produjo por la noche, dejó a sus vecinos indefensos, sin poder salir de sus casas, viendo como su patrimonio desaparecía al capricho de las aguas.

Estado de la "carretera" del Congosto del Ventamillo tras la riada de 1925.

El Diario de Huesca relataba los “perjuicios incalculables” que habían producido “las tormentas trágicas” y “el desbordamiento del Ésera”:

"Ayer fueron las noticias de los desastres producidos por el río Veral. Hoy tenemos que comunicar tristemente las amarguras y desconsuelos de que han llenado a la Comarca de Benasque las aguas del Esera. La calle mayor quedó inundada y el puente destrozado, lo mismo que largos trozos de la carretera y camino de Francia y del Valle de Arán. Algunos edificios, hundidos en las aguas, sufrieron enormes desperfectos. Gran cantidad de ganado fue arrastrado por la corriente. Carabineros y guardias civiles y el vecindario, realizaron heroicos trabajos de salvamento. También se desbordó el barranco [Rimascaro], que inundó parte del anejo Anciles. Este pueblo está incomunicado completamente, lo mismo que Villanova. La carretera del Valle de Arán ha quedado destruida en una extensión de 18 kilómetros. Hasta ahora no se conocen desgracias personales. Las pérdidas materiales son de enorme consideración

Desde Castejón de Sos escribían narrando “nuevos detalles” de la situación del valle:

“Recibimos ayer una carta de Castejón de Sos, fecha 23, de la que copiamos los siguientes e interesantes detalles: El vecindario de Castejón de Sos está incomunicado, por haber desaparecido los dos puentes de salida a El Run, uno de piedra en dicho lugar y el otro de madera, a la carretera. Además, otro tercero para ir a Vidaller y Bono, en cuya zona radican ocho ayuntamientos y numerosos anejos, también ha sido arrastrado. La palanca de Castejón servía de paso para cuarenta poblados aproximadamente. En Benasque arrastró el río la Fonda de Cabellud y otras dos casas. Del barrio de Anciles, no se sabe nada; solo se veía que el barranco [Mascarod], impetuoso e imponente, iba por medio del pueblo que tiene 18 casas. En Villanova se desvió el cauce del río y derribó una casa de reciente construcción, sita en la carretera, llevándose los muebles. Hasta un auto arrastró el Ésera. En la presa de La Catalana hay empotrada una Galera. Al Molinero de El Run, Antonio Pellicer, se le llevó el río tres cubas de vino de 60 decalitros cada una, así como conejos y gallinas y bastantes sacos de harina. Son incalculables los árboles y maderas que van por el río así como los bueyes, mulos y ovejas ahogados. La anchura del río en Castejón es de 400 m y el nivel ha aumentado en 2 metros. En Seira, creo, han desaparecido los puentes de sostén de tubos, quedando estos al aire; Han quedado destrozados otros puentes y la carretera en [Ventanullo]. Las pérdidas se hacen incalculables.”

                                        Estado de la "carretera" del Congosto del Ventamillo tras la riada de 1925.

En los periódicos aragoneses  se sucedían los artículos sobre lo sucedido:

““Los horribles estragos causados por la inundación en el pueblo y valle de Benasque. Un testigo presencial de los enormes daños que los temporales han ocasionado en Benasque nos envía la siguiente información:…destruyó caminos, arrastró palancas y convirtió en arenales, con enormes pedruscos, muchos prados cercanos a la villa. Roto un dique de contención de la entrada de esta, se precipitaron tumultuosamente las aguas por la calle Mayor, arrastrando maderos, árboles, y enormes pedruscos. Separadas las casas de dicha calle, del Río, por unos huertos, éstos fueron arrastrados por la corriente, quedando dichas casas completamente aisladas y expuestos sus moradores a ser aplastados o arrastrados por la corriente. Sobre las once y media de la noche se apagó la luz eléctrica, porque la presa de la fábrica que la proporciona fue destruida, el canal cegado por completo y el edificio muy en peligro. Los truenos y relámpagos se sucedían frecuentemente, y al ruido que producían las aguas con el arrastre de los enormes cantos rodados era ensordecedor, y producía tristeza y miedo, encogiendo el ánimo de los más valerosos. De las casas amenazadas se oían voces de auxilio, y algunos valientes, humanitarios hombres de la localidad, carabineros y guardia civil, se lanzaron con luces y cuerdas a la muy impetuosa corriente que se desbordaba por la plaza y calle Mayor, y con peligro de sus vidas fueron trasladando enfermos, niños, mujeres y ancianos de las casas más amenazadas a otras próximas y de menor peligro. Desalojadas aquellas con rapidez y oportunidad, pues la altura de de las aguas había aumentado y hubiera sido imposible hacerlo unos instantes después, esos hombres abnegados siguieron vigilando y prestando otros servicios de salvamentos de muebles, enseres, etc.” 

El benasqués, Luis Berot, recordaba años después, en primera persona, la tragedia que supuso aquella noche para el patrimonio de su familia: 

En julio la riada y en octubre la iglesia (ardió por un incendio la noche del 6 al 7 de octubre la iglesia de Santa María la Mayor). La calle mayor era un rio se había desviado el rio Ésera…enfrente de mi casa el agua por detrás y por delante. Allí cerdos, gallinas, borricos,…llegó el agua al primer piso…perdimos mucho dinero porque se nos inundó el comercio.

   Hace cien años de aquella riada y estos hechos nos recuerdan -y nos deberían hacer reflexionar- sobre los ocurridos en la riada del año 2013 que provocó unos efectos similares en el valle pese a la existencia de presas y más medios tecnológicos.  

Este artículo se publicó en el número 34 de la revista anual "Els Tres Llugarons", Abi, Seira y Barbaruens, editada por las asociaciones culturales de dichos pueblos en el año 2025.







sábado, 29 de marzo de 2025

Charla sobre Mariano Lacambra, Aula Magna de la UNED, Barbastro 6 de marzo de 2025

    


Fotografía gentileza de Antonio Raya

  El pasado 6 de marzo tuvo lugar el acto de entrega del premio Mariano Lacambra en el Aula Magna de la UNED de Barbastro. Esta loable iniciativa la promueve el Foro B21 para premiar los mejores trabajos fin de grado (TFG) y trabajos fin de master (TFM). En su primera edición el primer premio ha sido para Juan Plana Giménez. El trabajo de Sulma Quiceno Domínguez ha sido reconocido con un accésit.



Fotografía gentileza de Antonio Raya


  Con ocasión de este acto tuvo lugar una charla titulada "Mariano Lacambra (1854-1917): inventor, regeneracionista y barbastrense" para poner en valor la obra y trabajos de este desconocido barbastrense.



Fotografía gentileza de Antonio Raya

Notas sobre la historia de la central de Seira (32): Han pasado 80 años...


Cada año tengo asignada una tarea en el Grupo fotográfico Apertura de Monzón: escanear las imágenes para la exposición que organizamos. Por mis manos pasan gran cantidad de negativos y fotografías en papel. En muchas de ellas aparecen personas que conozco, las contemplo en su juventud y no dejan de sorprenderme los cambios que han sufrido en los años transcurridos.  Y cada día soy más consciente que el tiempo no corre, vuela.

 Siempre he pensado -erróneamente- que había tiempo para entrevistar a los mayores y me concentraba en organizarme, primero los de más edad y luego, pensaba, ya llegaré a los más “jóvenes”. Pero nos van dejando y siempre me incomoda el no haber podido entrevistarlos y agradecerles su esfuerzo. Pues todos, en mayor o menor medida, han dejado su huella imborrable en multitud de trabajos que, sin sus recuerdos, pasan a ser parte de nuestro patrimonio material, pero faltos de la información sobre su autoría -ese patrimonio inmaterial tan olvidado- y de cómo se hizo, que es una parte importante de su historia. Eso me trae a la mente cuan ingrato es el género humano, pues siempre nos acordamos de agradecer las cosas a nuestros mayores cuando ya no están.

Es conocido que no me gusta estudiar la época más cercana al conflicto de 1936 porqué está cuajada de relatos, muchas veces poco agradables, y cuyos protagonistas, en muchos casos, aún viven. Por esta razón siempre había dejado eventos cercanos a nuestro tiempo, como la construcción de la central de Argoné, para más adelante. Pero unos hechos inesperados me llevaron a buscar información sobre la central de Argoné y me di cuenta de que hacía 80 años que se inició su construcción y este aniversario me animó a escribir sobre ella.



Jules Daisson

Para comenzar debería explicar el porqué del tramo sin aprovechamiento hidroeléctrico que separa la central de Puente Argoné y el salto de Campo (Gradiello) cuando una se construyó a continuación de la otra. También me gustaría aclarar que Puente Argoné es la central actualmente demolida, junto al puente homónimo y Argoné es la central que se ubica junto al pantano de Gradiello pues son objeto de confusión en muchas publicaciones. Pero todo esto no es posible sin conocer la historia de la concesión de Argoné y sus lazos con la Societé Civile Française des Charbonnages de l’Essera. Esta sociedad tenía la concesión de unas minas de carbón en la zona de Bisaurri -unas 1.481 hectáreas- y pretendía instalar una nueva línea de ferrocarril que partiera desde Monzón, siguiendo el curso del río Ésera hasta llegar a sus instalaciones y así poder transportar el carbón de sus minas hasta los centros de consumo. El proyecto incluía la innovadora idea de dotar a esta línea de fluido eléctrico para mover los trenes. En un primer momento solicitaron dos concesiones, una en Francia, de 3.000 caballos, y otra en España, de 6.300 caballos, en el río Ésera, para la instalación de unas centrales eléctricas que les proporcionaran la energía necesaria para suministrar la fuerza motriz a las locomotoras. Esta concesión en el Ésera estaba situada entre Puente Argoné y la central  de Gradiello (Campo).



Lamentablemente el gerente de la Sociedad, un bordelés llamado Jules Daisson, estaba más interesado en la poesía y en la especulación, que en los trabajos en los que estaba inmersa su empresa. Se habían vendido obligaciones por doce millones de francos en la bolsa de Paris y tuvieron una gran aceptación por las expectativas de una producción de 2.000 toneladas diarias durante, al menos, cincuenta años. La codicia de los promotores les llevó a una nueva emisión de obligaciones y entonces se destapó el fraude: no había tanto carbón como decían los estudios. La sociedad desapareció temporalmente y en 1918 vendió a Catalana de Gas la concesión que tenía en el río Ésera. Como la situación económica no permitía desarrollar nuevos proyectos, este quedó aparcado. En 1920 se constituye la Cooperativa de Fluído Eléctrico que  gestionará el patrimonio eléctrico de CGE y sus concesiones.

Pasó la guerra civil y la Cooperativa de Fluido eléctrico tuvo que cambiar su denominación por la ley de cooperativas de 1942 y cambió su nombre a Compañía de Fluido Eléctrico (CFE). Esta heredó el patrimonio de Cooperativa, incluidas sus concesiones sin construir. La situación económica era complicada y no se podía importar material del extranjero sin complejas licencias. Pese a ello se lanza a la construcción de la central de Argoné, pero de una manera modesta, aprovechando un tramo del canal de Puente Argoné e instalando un solo grupo en la central para que pudieran funcionar las dos centrales a la vez y, más adelante, instalar el segundo grupo cuando la economía fuera mejor.



Interior de la central de Argoné, en primer plano el grupo 1, al fondo el grupo 2 en construcción.

La construcción de Argoné se inició en 1944 -hace 80 años-. En enero se comienza a contratar trabajadores para los trabajos. Los primeros proceden de las localidades cercanas: Seira y Campo. La mayoría peones y algunos tienen experiencia en oficios como albañiles, herreros y también mineros. El jornal que perciben depende de su experiencia y, como siempre han comentado los compañeros más mayores de HECSA, muchos de ellos no duraban en el trabajo y se marchaban rápidamente.  Su procedencia es dispar pues algunos son originarios de Francia y Argelia, aunque lo más habitual es que vengan de todos los rincones de España: Galicia, País Vasco y un largo etcétera, aunque muchos de ellos tienen su origen en Andalucía.



Juan Manuel Rodríguez Sánchez


Uno de estos trabajadores fue Juan Manuel Rodríguez Sánchez nacido el 8 de abril de 1896 en Pedro Martínez, Granada, pero la vida lo llevó a formar una familia en Baena. Carbonero de oficio recorrió media España en busca de trabajo para así poder mantener a su familia. Según le comentaron a su bisnieta en el ayuntamiento de Seira, los de casa Garvín se acordaban de una familia de carboneros andaluces que pasaron por Seira en los años 40, no recordaban sus nombres, pero es posible que fuera uno de ellos. Tiene 8 hijos y para garantizar un sueldo más seguro se desplaza a las obras de Argoné donde es contratado el 18 de julio de 1945 como peón, con un sueldo de 12 pesetas diarias. Recibe además el “plus de cargas familiares”, una bonificación que ayuda a las familias según su número de hijos.



Paulina con sus hijas María y Antonia

Los meses pasan y el dinero que gana lo envía a su mujer para mantener a la prole: Manuel, Francisco, José, Juan, Angel, María, Antonia y Rafael. En junio de 1946 contrae una enfermedad y el día 14 desde el servicio médico de la obra deciden enviarlo al Hospital de Huesca. Avisan a su mujer de la gravedad de su situación y se desplaza, pero ya es demasiado tarde y no puede acompañarlo en sus últimos momentos, pues el día 17 de junio fallece y es enterrado en el cementerio de Huesca. María y Antonia sus hijas gemelas tienen 6 años y su madre se queda como su único valedor.

 Los hijos de Juan Manuel, como su padre, se están buscando la vida y acabarán, curiosamente, en otras obras hidroeléctricas en Pont de Suert con la ENHER. Paulina, su madre, fallecerá pocos años después dejando a las gemelas, con tan sólo 11 años.

La bisnieta de Juan Manuel, Natalia, buscaba a su bisabuelo, pues su abuela Antonia, la niña que quedó con tan pocos años falta de padre y luego de madre, no sabía dónde estaba enterrado. Una vida muy dura la que le tocó vivir y siempre con la incógnita del destino de su progenitor. Una historia que, al final, tuvo un desenlace positivo y Antonia pudo conocer donde estaban sus restos y así poder cerrar ese círculo que se inició con su partida de Baena.



Antonia en la actualidad


Han pasado casi 80 años de esta historia y, como le ocurrió a Juan Manuel, muchos de sus compañeros, trabajadores de estas obras, fueron, seguramente, protagonistas anónimos de historias similares. Sirva este modesto artículo de recuerdo a estas personas que dejaron familia y hogar en busca de un futuro mejor.


Agradecimientos: A Natalia, bisnieta de Juan Manuel, por todas las facilidades para escribir este artículo y también para Antonia, su abuela.


Este artículo se publicó en el número 33 de la revista anual "Els Tres Llugarons", Abi, Seira y Barbaruens, editada por las asociaciones culturales de dichos pueblos en el año 2024.