jueves, 12 de agosto de 2021

La central hidroeléctrica de Seira cumple 100 años.

    
 Acabo de darme cuenta que no había colgado en el blog el artículo que se publicó el año 2019 en el número 112 de la revista Guayente. El año 2018 se celebró por todo lo alto el centenario de su puesta en marcha y después de este, la amable invitación de Lola Aventín para escribir un artículo sobre Seira fue el motivo perfecto para intentar explicar y acercar la apasionante historia de la central y de su impacto en la zona a todos sus lectores de la revista.


    La central hidroeléctrica de Seira cumple 100 años.

 

    Cien años, ¡quien los cumpliera! Aunque lo verdaderamente importante no es la edad, como se suele decir con las personas, sino el magnífico estado en el que se encuentra -su salud-, pues la central de Seira sigue trabajando, haciendo kilovatios, cien años después de su puesta en marcha. Piensen si su último coche hubiera aguantado semejante trote…

    ¿Pero la central de Seira es la más antigua de los Pirineos? preguntan muchas personas al ver y disfrutar del espectáculo que supone, para los sentidos, recorrer sus instalaciones. Les cuento.  Cuando entró en servicio la central de Seira en 1918, había muchas centrales hidroeléctricas en funcionamiento. Sin ir más lejos en Benasque. Cuando todavía no llegaban los carros a la villa, el año 1897, ya disfrutaba de los "beneficios del alumbrado eléctrico" gracias a "dos bonitas máquinas dinamos de cuatro polos, adquiridas de la acreditada casa Schuckert y Compañía". ¿Entonces es la central de Benasque la más antigua de los Pirineos? No. Es complicado decidir cual es la más antigua pues deberíamos plantearnos si contamos, por ejemplo, con nuestros vecinos del norte.  Como pueden imaginar es una cuestión de los límites y las características de las mismas que elegimos para ordenarlas. Aunque ¿es necesario para darle el valor que se merece?...

Anuncio de prensa buscando obreros, año 1917. Colección privada.

    Al margen de estos matices, a comienzos de siglo, los dueños de algunos molinos harineros  modernizan sus instalaciones para producir electricidad y, aunque estas centrales no tienen una gran potencia, permiten a estos afortunados pueblos utilizar el fluido eléctrico para alumbrar a sus vecinos antes que muchas capitales de provincia.  

    Aragón es pionero en España en el transporte a largas distancias. En el año 1894 se realizan los primeros transportes desde la central de Casablanca a Zaragoza y en 1904 se incrementan distancias y potencias con las centrales de Marracos -con una línea de 30.000 voltios y 46 kilómetros- y, ese mismo año, alargando la línea hasta Carcavilla -90 kilómetros-, para transportar la energía producida en el río Gallego hasta Zaragoza. Eran las centrales más grandes de la época en Aragón y contaban con la tecnología más puntera para poder realizar la elevación y el transporte de la energía.

Interior del túnel artificial antes de su hormigonado. En primer plano a la izquierda, Ramón Félix Surigué. Junto a él -y sobre él- sus tres hijos, 9 de diciembre de 1917. Colección privada.


    En 1914, cuando el valle del Ésera estaba en plena vorágine por las obras del Salto del Run, como se denominaba la central hidroeléctrica de Seira al principio, se puso en marcha la central hidroeléctrica de Capdella, en Lérida, y en aquellos momentos fue la primera gran central del Pirineo español sin duda. En 1916 pierden su efímero título al ponerse en funcionamiento la central de Talarn en el Noguera Pallaresa. En 1918 Seira se convierte en la central hidroeléctrica más grande del Pirineo aragonés y también de Aragón. Este título, también es efímero pues la puesta en servicio de la central de Lafortunada, en 1923, movida por las aguas del río Cinca, cinco años después, les quita a todas los galardones. En aquellos años de continua evolución, los avances se suceden y los "records" quedan en poco tiempo olvidados y sobrepasados.

Aunque, sin lugar a dudas, lo más relevante es la importancia que tiene la instalación de esta central en el valle del Ésera, en la Ribagorza, en Huesca y hasta en España. Las obras de la central dan trabajo a muchas personas que se aventuran a venir de todos los rincones de España. No olvidemos que hasta diciembre de 1911 no se abre el acceso a vehículos de ruedas hasta Benasque.

Virolas de la tubería esperando su colocación, 1 de enero de 1918. Colección privada.


Todo es innovador para aquellos trabajadores. Algunos especialistas vienen de las obras de otras centrales atraídos por los altos sueldos o bien directamente reclutados por agentes que las empresas tienen para ello. En cualquier caso, hasta para los más especializados, las instalaciones son superlativas; turbinas de 10.600 caballos, las instalaciones eléctricas con transformadores trifásicos de 9.000 kVA -la mayor potencia instalada en aquellas fechas- y tensiones de 130 kV, sin parangón en España, también totalmente novedosas; todo un reto para sus constructores.

En 1912 cuando el ingeniero zaragozano Francisco Bastos Ansart  estudia las diferentes opciones para su explotación pues no se plantea batir ninguna marca, ni ganar ningún título, tan solo pretende obtener energía eléctrica barata. El carbón, fuente primera para la producción de la energía eléctrica en las grandes ciudades, esta subiendo su precio y los “experimentos” de transporte a larga distancia se publicitan en revistas técnicas como la solución a todos los problemas. 

Es en ese momento es cuando los ingenieros se plantean la posibilidad de traer la energía desde el Pirineo a las grandes ciudades. Y a la par se inicia una alocada carrera por obtener las concesiones hidroeléctricas a cargo de políticos, nobles y algunos industriales -los menos-. Pero esa es otra historia.

Una cimbra instalada para servir de soporte para la bóveda de un túnel, 16 de junio de 1917. Colección privada.

Volviendo al proyecto de Bastos, al mirar sus cálculos somos conscientes del reto que se plantea, pues la distancia entre Seira y Barcelona es muy grande, la mayor en aquellos momentos en España para una línea eléctrica, y el proyecto determina una tensión de 70 kV, todo un reto, aunque el tiempo y la evolución de la técnica, acabará por cambiarlo todo.

Bastos, ingeniero militar en excedencia, es una pieza clave, pero no por sus aportaciones, sino por su ubicuidad. Está en el momento adecuado, con una concesión muy atractiva, delante de las personas que tienen el dinero y se le abren todas las puertas. Una vez cerrado el trato, con un 12 por ciento de acciones de la empresa que se crea -La Sociedad General de Fuerzas Hidroeléctricas-  deja de tener el control del proyecto, pero hace un buen número de contratos con su empresa a cargo de los constructores de la central. Manuel Bertrand, industrial textil, es el accionista de referencia con el 38 por ciento junto a la Sociedad Catalana para el alumbrado por Gas que tiene igual proporción. Bertrand esta interesado en traer la electricidad a Barcelona pasando por Manresa donde tiene sus fábricas.

En cualquier caso lo más importante es llevar a cabo las obras, sacarlas del papel, y, en ellas, el verdadero artífice es el ingeniero jefe del Servicio Hidroeléctrico de Catalana de Gas y Electricidad, el ingeniero de caminos gaditano Diego Mayoral Estrimiana. En 1899 supo ver la importancia de la electricidad y completa sus estudios en Zurich, en su Politécnico. Representa a España en el Congreso de Electricidad de 1900 en Paris, junto al gran José Echegaray, entre otros hitos de su carrera, y es el verdadero promotor de las obras. En el campo de “batalla” tiene dos grandes apoyos: el primero, el también ingeniero de caminos Federico Jiménez del Yerro, como director y, el segundo, no menos importante, Ramón Félix Surigué, que es el jefe de la obra.

A Mayoral le toca lidiar con todas las dificultades. La obras de Seira se inician el año 1912 -cuando comienza la de Capdella, no lo olvidemos- y en 1914, ya mandan energía a Barcelona sus competidores. En Seira no ven el final de los trabajos; las afecciones de toda índole que la gran guerra provoca en el aprovisionamiento de los suministros, no permiten concretar la posible puesta en marcha de la central.

Draga eléctrica en la presa de Villanova, 17 de marzo de 1915. Colección privada.


¿Pero la línea es la más larga o no? Cuando se proyectó, la idea era hacerla doble -dos circuitos- y a 70 kV, pero los  retrasos en la obra impiden ponerla en servicio en 1914 como se pensaba y esta demora provoca que, en 1917, los promotores se planteen llevar, a cualquier precio, la electricidad hasta Barcelona. Para cumplir esta premisa se arrienda la Eléctrica del Cinca y su salto de Arias, en el río Cinca, y se construye una línea que une este salto con la línea de Seira-Barcelona en la localidad de Las Ventas de Santa Lucía, donde luego se construirá la subestación de Perarrúa. Así se lleva en un primer momento la energía hasta la central térmica de San Adrián para su respaldo y distribución.

En 1918, cuando se pone en funcionamiento la central de Seira, se  utiliza un valor de tensión cercano a los 62 kV en la línea, más bajo del proyectado, y no es hasta el 21 de diciembre de 1922 cuando se eleva al valor actual de 110 kV. Se realizan pruebas con la tensión del proyecto -130 kV- pero nunca funciona de manera permanente esta tensión, por lo que nunca consigue el record que se cita en los libros.

La central, vista desde oeste, antes de colocar las tejas, 2 de mayo de 1916. Colección privada.

    La historia de la central, como dejan entrever estas líneas, no merece pasar a la historia por este cúmulo de problemas que provoca, en gran medida, la gran guerra, aunque estos nos dejan ver el esfuerzo titánico que realizan los ingenieros que luchan por llevar a buen término la obra. Su primer gran logro es conseguir que la central se ponga en marcha. Los dueños de las centrales de Capdella y Talarn -sus competidores- les hacen una competencia desleal y ponen todo tipo de trabas para que la central tenga los máximos retrasos.

La presa de Villanova en construcción. En primer plano, a la derecha, un cajón listo para su hinca. Villanova, 23 de noviembre de 1917. Colección privada.


    Todo esta ingente tarea emplea a miles de trabajadores, distribuidos a lo largo de los más de 10 kilómetros que separan los extremos más distantes de la obra. Nueve kilómetros de túneles, que requieren el trabajo de mineros y el uso de toneladas de dinamita. La construcción de un gran azud en Villanova, utilizando el peligroso sistema de hinca de cajones por aire comprimido. El número de trabajadores oscila por la demanda de la obra, teniendo su máximo en noviembre de 1917 cuando se alcanza la cifra de 2.303 obreros. Una historia que, tras muchos altibajos, tiene un final feliz cuando el 6 de agosto de 1918 a las 12:16 horas se acopla la central a la línea de alta tensión y comienza a generar energía eléctrica. 

    No acaba la trayectoria de las obras en esa fecha, pues tras la puesta en servicio de la central de Seira, luego viene la construcción de la central de Puente Argoné y, más tarde, la de Campo -Gradiello- que se alarga hasta finales de 1929.

    Resumir con acierto todo lo acontecido en estos años es una tarea difícil, pero espero que estas líneas  les despierten el interés por conocer más a fondo la historia de la central de Seira que, sin lugar a dudas, forma parte del acervo ribagorzano.







    El pasado día 7 de noviembre [de 2018], en los actos institucionales de la celebración del centenario de Seira, la central estaba luminosa, sus latones brillaban y la sala de transformadores, recién pintada, evocaba en los asistentes una manifiesta emoción y satisfacción por su estado. Probablemente, como en los primeros años de su existencia, todo parecía recién instalado y en cualquier momento podía salir por una puerta Federico Jiménez o Diego Mayoral.

    Pero estas sensaciones no me pueden hacer olvidar que siempre he pensado que la central de Seira ha sido un "patito feo"-y lo sigo pensando-; pues no tuvo la repercusión en los medios de información que debió tener, no consiguió el record de la línea más larga a más alta tensión y no la inauguraron autoridades importantes, como el rey, que visitó otras centrales. Pero, pasados los años, aquellas centrales “más afortunadas” tuvieron intervenciones poco conservadoras y trabajos realizados sin el esmero requerido que les han impedido llegar hasta nuestros días con la prestancia y estado de Seira. Por ello, debemos dar las gracias a todos aquellos que hicieron posible la conservación de esta joya tecnológica e histórica como legado a las generaciones venideras. Con el paso de los años, el patito feo se ha convertido en un cisne. 

    Me gustaría terminar estas pinceladas sobre la historia de la central con un recuerdo a los verdaderos artífices de su construcción: los ingenieros y, especialmente, a todos los obreros, sin distinción, que con su trabajo, hicieron posible la obra que hoy todos disfrutamos. Especial mención para los que dejaron su vida en esa lucha por buscar un futuro mejor. 

 

    Este artículo se publicó el año 2019 en el número 112 de la revista Guayente que edita la Asociación Guayente en el Valle de Benasque. Agradezco nuevamente desde aquí la amabilidad de Lola Aventín por su invitación a colaborar en la misma.

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